Listen

Description

“Si cada cual no perdona de corazón a su hermano, tampoco el Padre os perdonará”. Escuchamos esta frase en el evangelio del día de hoy. Nuevamente, por tercera vez en estos 21 días de Cuaresma, la liturgia nos invita a vivir la virtud del perdón. La Iglesia es tan consciente de que nos cuesta perdonar, que con frecuencia nos invita a meditar sobre esto, a examinarnos y a pedir a Dios su gracia.

Llama mucho la atención ver cómo hoy en día como sociedad invertimos mucho tiempo al cuidado del cuerpo. Está de moda hacer ejercicio, ir al gimnasio, invertir tiempo, dinero y esfuerzo en tener un cuerpo sano. También se invierte mucho tiempo en el cuidado de las emociones. Se invierten recursos en psicólogos, terapeutas, coaching.

¿Cuánto tiempo invertimos en el cuidado de nuestra alma? Esa es la pregunta que deberíamos hacernos. Quizás tenemos un déficit en este sentido. No está mal dedicar tiempo al cuerpo, a la mente, a las emociones…, al contrario, bendito sea Dios que ya les dedicamos tiempo, porque antes quizás se consideraba malo, cuando en realidad también el cuerpo es creatura de Dios. Pero tenemos que ser equilibrados. Y así como cuidamos el cuerpo, cuidar el alma.

El mandato de Jesús a perdonar es difícil. Nos cuesta muchísimo. El problema de fondo es que nuestra alma está débil, tenemos una voluntad gelatinosa, una voluntad que por muchos años quizás no ha ido al gimnasio espiritual.

¿Por qué ayunar, por qué abstenerse de comer carne los viernes de cuaresma, por qué ciertas normas de la Iglesia? No es para fastidiarnos. Es para ayudarnos a formar nuestra voluntad. Cada vez que hacemos esos actos y sacrificios, estamos llevando a nuestra voluntad a un gimnasio donde se ejercita, donde crece, donde se prepara para los grandes ejercicios de la vida, entre ellos el del perdón.

Pidamos a Dios la gracia de saber perdonar. Y que para que logremos esto, nos ayude a vivir esos sacrificios que implica obedecer a lo que la Iglesia nos pide.