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El evangelio de hoy forma parte aún del así llamado «sermón de la montaña», la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús respecto a la Ley judía. Él afirma: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud» (Mt 5, 17).

Jesús no quiere cancelar los mandamientos que Dios el Señor a Moisés, sino que quiere darles plenitud. Pero, ¿qué significa esta plenitud de la ley? Jesús mismos nos responde con algunos ejemplos:

Comienza con el quinto mandamiento: «Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No  matarás”; ... Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado» (vv. 21-22). Con esto, Jesús nos recuerda que incluso las palabras pueden matar, que nosotros podemos ser asesinos con la crítica, la difamación y la calumnia.

Más adelante dice: «Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano» (vv. 23-24). Nos enseña que el amor al prójimo es una actitud tan fundamental que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no hacemos las paces con nuestro prójimo.

De estos dos ejemplos comprendemos que la plenitud de la Ley significa no quedarse solo en la observancia disciplinar y en la conducta exterior, sino ir al corazón, a la raíz de donde vienen nuestras acciones buenas y malas. Para tener un buen comportamiento no bastan las normas jurídicas y disciplinares, sino que son necesarias motivaciones profundas. 

Pidamos a Dios en esta Cuaresma la gracia de convertir no tanto nuestras obras, sino sobre todo nuestro corazón. Porque si convertimos nuestro corazón, las obras también serán cada vez más conforme al espíritu del evangelio.