Hemos llegado al quinto domingo de cuaresma. Nos queda solamente una semana antes de la Semana Santa.
El día de hoy la liturgia nos presenta el evangelio de la resurrección de Lázaro. Antes durante toda la Cuaresma se nos han presentado evangelios de curaciones de Jesús, de sanaciones de milagros… Pero, por si hubiera alguna duda en nosotros de que nada es imposible para Dios, se nos presenta hoy un pasaje de un milagro más especial: la resurrección de un muerto.
Y es que, queridos amigos, Dios quiere que tengamos muy claro que nada, absolutamente nada es imposible para Él. A veces nuestras miserias y caídas nos hacen pensar: “Esto difícilmente Dios me lo va a perdonar, yo ya me pasé demasiado”. Hoy Dios nos dice: “Nada es imposible para mí”. Y nos invita a abrirnos, a dejar que Él entre a nuestros corazones no solo a sanar y a curar -lo de los evangelios de antes-, sino a resucitar. Eso dentro de nosotros que está muerto por el pecado, Él lo quiere resucitar.
La primera lectura, tomada de Ezequiel, dice: “Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío. Os infundiré mi espíritu y viviréis”.
El Papa Francisco dice: “Cristo nos invita, casi nos ordena salir de la tumba en la que nuestros pecados nos han sepultado. Nos llama insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en la que estamos encerrados, contentándonos con una Vida falsa, egoísta, mediocre. «Sal afuera», nos dice, «Sal afuera»”.