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El miércoles pasado iba camino a Tacámbaro para la ordenación diaconal de Cristian, un amigo diocesano. Estando en la autopista a dos horas de haber salido de Guadalajara, nos falló el coche. Naturalmente llegó el miedo y el nerviosismo.

El diácono José Eduardo, con el que iba en el coche, conocía a una familia de La Piedad. Logramos comunicarnos con ellos y nos ofrecieron ayuda. Ese día terminamos durmiendo inesperadamente en la casa de esa familia en La Piedad, quienes por cierto nos atendieron muy bien, ofreciendo alimentos, compañía y habitaciones. Al día siguiente muy generosamente nos prestaron su coche y fuimos a Tacámbaro para la ordenación de nuestro amigo, mientras nuestro coche se quedaba en La Piedad para revisión.

Un día después de la ordenación, regresamos a La Piedad para devolver el coche prestado. Al llegar nos encontramos con la noticia de que nuestro coche ya lo habían revisado y no tenía absolutamente nada. ¿Nada? Sí, absolutamente nada, luego de todas las revisiones habidas y por haber. ¿Cómo explicar entonces que se nos apagó tres veces, que no aceleraba, que no servía el acelerador? ¿Qué mensaje nos quiso decir Dios permitiendo que el coche fallara y que no pudiéramos llegar la noche que queríamos a Tacámbaro?

De esto va el podcast de hoy.