Listen

Description

La liturgia del Domingo de Ramos es la puerta de entrada a la Semana Santa. Tiene algo muy especial: el día de hoy se leen dos pasajes del evangelio, uno fuera del templo y otro dentro.

En el primero vemos a Jesús entrando a Jerusalén. Las multitudes le aclaman con júbilo diciendo: “Hossana, bendito el que viene en el nombre del Señor. Hossana”.

Pero esta alegría se ve empañada con el segundo pasaje que se lee en la misa: el relato de la pasión. El grito jubiloso “Hossana” deja lugar a un grito traicionero y de pocos amigos: “Crucifícalo”. Del amor al odio, del regocijo a la tristeza, del júbilo a la pena.

Qué interesante es ver que la Iglesia nos presenta en una misma liturgia estos dos pasajes tan contradictorios. Primero decimos “Hossana” y luego “Crucifícalo”.

Si analizamos bien nuestro interior, nos daremos cuenta de que nosotros somos también capaces de decir en un mismo día “hossana” y después “crucifícalo”. Nuestra vida está llena de contrastes entre amor a Dios y al mundo, entre santidad y pecado, entrega e indiferencia. Nuestra vida está llena de estos contrastes. Somos capaces de amar mucho, de hacer grandes obras de servicio y de abnegación, pero también de odiar, de vivir en el rencor.

Cada uno de nosotros esconde en su interior la posibilidad de decir “hossana” y la posibilidad de decir “crucifícalo”. Y Dios nos ha hecho libres y en esta Semana Santa nos pregunta: ¿Con qué palabra quieres vivir? ¿Qué tipo de cristiano quieres ser? ¿De los que dicen “Hossana” o de los que dicen “Crucifícalo”?