Llegamos al primer domingo de Cuaresma. La Iglesia nos invita a hablar de un tema que no es muy popular, del que se habla muy poco o incluso a veces nada. Es el tema del demonio.
¿Por qué hablar de este tema? Porque en el evangelio se nos habla de él. Cuenta el evangelio que Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto y ahí fue tentado por el demonio.
El demonio existe, no está muerto, está vivo. Ciertamente está vivo al modo de un moribundo, al modo de un derrotado. Pero hay que hablar del demonio porque cuánto mal nos hace muchas veces sin darnos cuenta.
El demonio es un gran seductor. Él sabe cómo acercarse a nosotros, qué palabras decirnos. Nos presenta regalos bonitos y bien envueltos, pero vacíos por dentro. No nos dice que por dentro encontraremos el cáncer del fracaso y de la tristeza.
El demonio, aunque es un derrotado, se mueve como un vencedor. Al punto que es capaz de darnos luz, pero no la luz de Dios que, aunque es tenue, es duradera, sino una luz deslumbrante como los fuegos artificiales, pero que se apaga muy rápido. Esa es la luz del demonio, una luz que no nos llena.
¿Qué hacer ante este diablo que, aunque está derrotado, aunque Cristo lo venció, sigue siendo seductor?
La respuesta nos la da Jesús en el evangelio: “Vigilad y orad para no caer en tentación”.
Primero: vigilar. San Pío de Pietrelcina decía: “El demonio es como un perro rabioso atado a la cadena; no puede herir a nadie más allá de lo que le permite la cadena”. ¿Qué pasa si nos acercamos de más? Nos muerde. Vigilancia. Es decir, no acercarnos al demonio, no coquetear con él, no dialogar con la tentación. Huir de la tentación.
Segundo: orar. La oración que no se reduce a repetir fórmulas mecánicamente, sino a dialogar con Dios como lo hacemos con un amigo. Contarle nuestras cosas. Esto nos da fuerzas en el combate espiritual contra el demonio.
Pero hay un tipo de tentaciones más fuertes, de seducciones más feroces. Y Jesús nos dice sobre este tipo de demonios: “A este se vence con ayuno”. De ahí la importancia de vivir en esta cuaresma algún tipo de ayuno de aquello de lo que estamos más apegados.
Pidamos a Dios la gracia de vivir en esta Cuaresma estos medios para el combate contra el demonio: vigilancia, oración y ayuno.