¿Qué parte de ti sigues guardando? ¿Qué frasco estás evitando romper?
Hoy comparto una escena del Evangelio que me confronta cada vez que la leo: una mujer que toma su perfume más valioso —nardo puro, carísimo— y lo derrama todo sobre Jesús. Sin miedo. Sin reservas. Sin calcular.
Y me pregunto: ¿cuántas veces yo doy a Dios solo lo justo, lo cómodo, lo que me sobra? Esta mujer no hizo eso. Ella dio lo mejor. Porque el amor verdadero no pregunta “¿cuánto tengo que dar?”, sino “¿cómo puedo darlo todo?”.
En este episodio hablo de esa entrega radical que tanto necesita el mundo y nuestras vidas. No es un llamado solo para santos lejanos: es para ti y para mí. Para esta Semana Santa. Para hoy.
Dios no espera perfección, pero sí un corazón que se atreva a amar sin medias tintas.