A veces queremos presentarnos a Dios como una fotografía editada. Nos da miedo presentarnos con nuestros colores originales y falseamos la fotografía de nuestra alma, pretendiendo que así nos quiera más Dios. Sin embargo, Dios nos quiere como somos, con nuestros colores opacos, con nuestras carencias, con nuestras debilidades. Él no anda buscando en la tierra almas angelicales, sino corazones humanos que saben aceptar sus fragilidades, pero que confían en Él para superarlas y seguir adelante.