En una ocasión estaba caminando por el cementerio mientras rezaba el rosario, cuando de pronto, al llegar a las últimas cuentas, sentí que a mi rosario le faltaba algo. Miré y me di cuenta de que se le había caído la cruz. Lo primero que pensé fue en tirarlo: ¿para qué quería un rosario sin cruz? Además, era un rosario sencillo, nada costoso…, podía conseguir uno nuevo que tuviera la cruz. Pero entonces recordé una idea que había leído en un libro de Conchita Cabrera, una mujer mexicana de notable virtud, nacida en San Luis Potosí en 1862, esposa y madre de familia, fundadora de la familia de la Cruz. Ella tuvo unas revelaciones de Jesús, unas intuiciones muy hermosas de lo que Jesús le decía en su corazón. Y una de ellas era: “Necesito cruces sobre las cuales mi Corazón pueda descansar”.
