Hace algunos años, una mañana me encontré con una sorpresa que me conmovió profundamente: alguien, sin decir nada y sin dejar rastro, había lavado mi coche. Un gesto sencillo… pero lleno de amor. En este episodio reflexionamos sobre esos actos de caridad que no buscan reflectores, que no se publican ni se presumen, pero que tienen un valor inmenso ante Dios. Como dijo Jesús: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha” (Mt 6,3).