Para acercarnos a un Dios santo y perfecto la ley demanda perfección de nuestra parte. Pero es imposible alcanzar esta perfección por medio del cumplimiento de ninguna ley, ritual o esfuerzo humano. Solamente nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo puede perfeccionar aquellos que se acercan a Dios a través de la fe.