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Description

El día renace en tus ojos que me hablan de esperanza.

Mi corazón aprende a refugiarse –va a ti–
Puedo sentir el viento de tu voz que me alcanza como las olas que cepillan la arena.

La tarde se va a tu corazón, así te nacen soles de la mirada;
se alarga el segundo y se vence al tiempo.

Caminamos en el muelle sin contar las horas, calibrando el espacio entre nuestros dedos para ligar nuestras almas.

Me miras como el reflujo del mar,
con la paz que arrastra la marea,
y a mí me llueven los ojos con tu calma.

Nos perdernos en los brazos del uno y del otro y si nos besamos, nos salvamos el uno al otro...

Entonces, me brilla la tarde.

César Alexander.