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Description

Es una tarde amorfa sin nubes, la niebla helada se esparce como polvo en el último tramo de la calle.
El profundo silencio que reinaba, es rasgado súbitamente por el amainar del viento. Fijas la mirada en la pintura desgastada de las casas, en los antiguos balcones y en la baldosa de los acabados.
El aire de la tarde te hace pensar en aquellos que estuvieron aquí antes que tú. Te taladran sus historias de pórticos, las lloviznas de julio, las cartas a mano, los juegos de mesa, las fogatas encendidas para calentar las noches. Sientes sus dulces risas, sus lágrimas decantadas por el rostro; sus esperanzas rotas e incluso sus luchas frustradas.
Como siguen con sus vidas, deseas estar ahí. Ser un transeúnte invisible que se limita solo a pasear por esas calles antiguas para memorizar esos rostros en blanco y negro y conocer sus sentimientos más profundos.
Recuerdas haber escuchado a los mayores decir, cómo el pasado fue mucho mejor que el presente. Y es que el pasado tiene ese sentimiento de hogar, de no ser caótico; el deseo de amar a las personas por quienes son, más que por lo que tienen o hacen.
Piensas en como los mayores amaron los hechos más insignificantes y melancólicos de la vida.
Ese lugar ya no es tuyo, es de las historias que fueron contadas, que seguirán contándose y las que están por contarse, siempre que haya una persona dispuesta a escuchar al viento.

César Alexander.