Tiempo suficiente para diagnosticar, dimensionar y solucionar los graves problemas de infraestructura y los servicios básicos de las escuelas del país ;
para capacitar a nuestros maestros; así como para preparar y disponer de material educativo, de plataformas y servicios de comunicación ;
pero también para adoptar las medidas de bioseguridad contra la Covid-19.
Aspectos esenciales que las autoridades y los gestores públicos debieron garantizar a los más de 6 millones de escolares que dependen de lo que la educación pública pueda brindarles.
Regresar a clases para muchos no será motivador, será más bien una desilusión y la impresión de que el coronavirus no solo les arrebató a sus seres queridos o los alejó de sus compañeros y maestros, y que fue además un huracán que terminó por deteriorar sus ya limitados salones, carpetas, bibliotecas, talleres de trabajo y más.
Esta es una de las conclusiones a la que hemos llegado esta semana que presentamos los resultados del operativo “Buen inicio del Año Escolar 2022 ”, realizado a nivel nacional con el concurso de más de 1400 auditores y monitores ciudadanos de control,
cuyos hallazgos son la radiografía educativa del país, revelando el gran problema que padecerán nuestros escolares y docentes ante el reinicio de clases presenciales luego de dos años de ausencia ,
ya que más del 50% de instituciones educativas públicas presentan deficiencias de infraestructura y carencia de servicios tan básicos como luz, agua potable, alcantarillado e internet.
Cómo no indignarse cuando más del 50% de instituciones educativas presenten mal estado de los techos, paredes, ventanas, puertas, pisos, lavaderos y retretes, losas deportivas y los cercos perimétricos, cuya función es la de precisamente proteger a los escolares y evitar el acceso de extraños.
Peor aún, que las instituciones educativas carezcan de cuadernos de trabajo en un 77%, falta de docentes en un 38%, o que no se disponga de psicólogos en un 85% de los colegios del país, afectando la prevención y tratamiento ante la ansiedad y depresión que pueden afrontar miles de menores luego de dos años de pandemia, o por casos de violencia y acoso entre estudiantes .
Lo revelado en este estudio ratifica que los dos años de pandemia no ha merecido la adecuada atención de los responsables de los tres gobiernos que tuvieron la posibilidad de responder a la necesidad de nuestros alumnos.
Tiempo en el que paradójicamente se ha gastado el presupuesto público para mantenimiento que hoy no se ve.
Reducir la brecha era un mandato, pero al parecer el daño ha sido mayor.
No se trata solo de cuestiones materiales sino también del aprendizaje de los alumnos para evitar que estos sean dos años perdidos afectando a toda una generación, condenándolos de por vida. Estos dos años no volverán .
Pongamos la mirada en la educación. No olvidemos que los niños, niñas y adolescentes son el futuro del país, no son menos por no votar en las elecciones o por no marchar o por no participar en el debate político. Ellos son quienes construirán nuestra historia, nuestra identidad porque representan la senda del desarrollo y de nuestro futuro.