Hace dos años, el 15 de marzo del 2020, en el Perú se dispuso el estado de emergencia por el inicio de la pandemia, y pese a las medidas de aislamiento social obligatorias, los contagios masivos no pudieron evitarse, causando a la fecha más de 212 mil muertos y más de 3 millones y medio de personas contagiadas con la covid-19.
Al día de hoy, lejos de lo que pensábamos, la pandemia no ha terminado. Recientemente, China dispuso el confinamiento de la ciudad de Shanghái de 25 millones de habitantes, muy cercana al número poblacional del Perú. Así, podemos ver que no estamos libres de contagiarnos y que no es posible determinar en qué porcentaje nuestro cuerpo resistirá la enfermedad; por ello, no podemos darnos el lujo de bajar la guardia.
Nuestro país ha invertido millonarios presupuestos en la compra y disposición de vacunas. Al inicio era evidente el interés y el compromiso de la población por inocularse para protegerse del coronavirus, y ese mismo propósito lo compartían los medios de comunicación, la sociedad civil y especialmente las entidades públicas, cuyas estrategias llamaban a la ciudadanía a cuidarse y proteger a los suyos del covid-19.
Ahora, tras dos años de pandemia se ha dispuesto por fin la flexibilización en el uso de mascarillas, el retorno presencial a las oficinas de los trabajadores vacunados; y los colegios ya pueden operar con aforo al 100%. Estas son medidas positivas para retornar a la normalidad, pero vemos con preocupación que las estrategias de sensibilización y la repuesta de la población por vacunarse se han desacelerado paulatinamente.
De acuerdo a los registros del Minsa, a marzo de este año, de los 32 millones de personas que deben inmunizarse en el Perú, el 86.9% ha recibido la primera dosis. Esta cifra baja a 78.4% en la segunda dosis, y solo el 36.3% cuenta con la tercera dosis.
Adicionalmente a esta problemática, y como resultado de nuestras acciones de control, evidenciamos que las vacunas se mantenían en los almacenes o eran distribuidas a las sedes de salud faltando pocos días para su vencimiento, ocasionando que miles de vacunas fueron desechadas sin ser inoculadas a la población de San Martín, Tacna y Madre de Dios. De igual forma, alertamos que más de cuatro millones de vacunas iban a vencer el 31 de marzo y el 30 de abril sin usarse, por lo cual recomendamos inmediatas medidas correctivas para evitar la pérdida.
No cabe duda que pronto retornaremos a la normalidad, y por ello, es de prioridad que el Estado y todos los actores involucrados, asumamos con interés y compromiso el proceso de vacunación de toda la población del país. Ello demanda no solo el esfuerzo del sector Salud, sino de la propia población a lo largo de todo el territorio nacional.
No vacunarse en tiempos de pandemia es sinónimo de enfermedad y muerte, y reitero no podemos darnos el lujo de bajar la guardia. La pandemia no ha terminado.