Para hacer hay que saber Nelson Shack Contralor General de la República Nadie puede decir que la gestión pública es tarea fácil. Al contrario, está llena de dificultades, de condiciones laborales y profesionales adversas, y contra lo que se piensa, requiere de quienes la ejercen con un sacrificio diario que no es proporcional al reconocimiento que muchas veces se recibe. Pero nadie puede dudar tampoco de su capital importancia para que el Estado cumpla con atender las necesidades de todos los ciudadanos. Toda gestión en el Estado, y concretamente de los fondos del presupuesto público, requiere del cumplimiento de tres condiciones centrales: contar con la capacidad necesaria para su adecuado ejercicio; ser transparentes en todas las actuaciones; y, rendir cuentas sobre metas concretas que permitan medir el impacto de las decisiones y sus beneficios. La legislación -y el sentido común- nos dicen que para desempeñar honestamente una función pública, el primer requisito es tener las capacidades suficientes y adecuadas, de lo contrario, el costo del aprendizaje se lo estaremos cargando a los contribuyentes, y mientras tanto, los servicios del Estado verán mermada su calidad y afectada su oportunidad. Adicionalmente a la capacidad objetiva, está la idoneidad para el cargo, y que está vinculada a las necesarias características éticas y morales de quien lo ocupa. Esta idoneidad será siempre más difícil de medir y calificar, pero no imposible. La falta de compromiso con los principios éticos y valores democráticos, el abuso y agresión a mujeres, el incumplimiento de los deberes de paternidad o profesar credos políticos antidemocráticos son solo algunos temas que no pueden soslayarse al evaluar la pertinencia de una designación. Esta evaluación subjetiva corresponde también al control ciudadano, mientras que la relacionada al cumplimiento de requisitos formales establecidos en los perfiles de puesto y demás normas aplicables corresponde a la Contraloría General de la República. Así, las metas específicas representan para una gestión una manera de comprometerse con la adecuada rendición de cuentas a la ciudadanía y permiten que todos puedan evaluar el desempeño de los funcionarios y definir las oportunidades de mejora y eventualmente su continuidad. Metas bien definidas permiten medir el valor que se agrega a la gestión pública y representan un ejercicio de honestidad profesional y una muestra de la vocación de servicio. Sin preparación y sin metas se terminará incumpliendo las obligaciones y se incurrirá en falta de transparencia, que es antesala de la corrupción que priva a los peruanos de ver atendidas sus necesidades, ocasionando perversos efectos económicos, sociales y políticos. La gestión del presupuesto y la cosa pública seguirán siendo difícil, pero incumplirá sus metas esenciales si no empezamos seria y decididamente a contar con los profesionales adecuados y un norte definido sobre lo que se debe hacer.