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La microbiota intestinal está asociada con el desarrollo y la función del cerebro, así como con comportamientos emocionales, motores y cognitivos alterados en animales. Sin embargo, sigue existiendo una necesidad apremiante de desentrañar los mecanismos y las vías de comunicación que sustentan las conexiones microbiota-cerebro. Los modelos animales reduccionistas han revelado profundas contribuciones de las bacterias intestinales a la actividad y el comportamiento del cerebro, aunque la medida en que estos hallazgos se traducen en humanos no está clara. Las asociaciones entre los perfiles de microbiomas fecales y el comportamiento humano y las enfermedades neurológicas son frecuentes. Los estudios longitudinales que integren factores genéticos, ambientales y experienciales en la formación y respuesta a las funciones microbianas intestinales, así como las intervenciones que modifiquen las interacciones microbiota-cerebro a nivel celular y molecular, ayudarán a resolver contextos en los que los microbios pueden influir en el cerebro humano y su salud En consecuencia, las perspectivas de apuntar al intestino, en lugar del cerebro, para mejorar los comportamientos alterados o las patologías cerebrales parecen factibles y oportunas. El autismo, dentro del campo de estudios y posibles intervenciones derivadas.

Por John F. Cryan y Sarkis K. Mazmanian para Science.

https://www.science.org/doi/10.1126/science.abo4442#core-collateral-references

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