La chispa, dice, vino de Mon Laferte, pero la letra nació del dolor personal. Vivir Quintana había llegado a la casa de sus padres a pasar un periodo de vacaciones, en Francisco I. Madero en el estado de Coahuila en el norte de México, cuando recibió una llamada. Recuerda que su padre la estaba ayudando cuando sonó el teléfono. Era Mon Laferte. Le contó que iba a cantar en el Zócalo y que “sería bueno denunciar lo de los feminicidios”, recuerda Vivir.