Nuestros autores de la época hacían lo que podían y, en efecto, Franco era astuto, aunque no dotado de una astucia de hombre de Estado genial y clarividente, sino que era más bien artero, cazurro, provisto de una astucia más de andar por casa. Ahora la pelota estaba en su tejado y bien podía entretenerles a todos con sus triquiñuelas de mal pagante y dejar transcurrir el tiempo para ver lo que pasa. No reconocérselo sería quitárselo. Y los historiadores, escritores y escribidores de la época se aplicaron a ello con denodado afán. Eran los tiempos del Nodo. Aunque dejando púdicamente de lado la formidable maquinaria de la represión a la que se le salían las bielas por el fuselaje de tanto que se la forzaba hasta sus últimas posibilidades, las cárceles, los campos de fútbol y las plazas de toros repletas de prisioneros, las ejecuciones en caliente en las tapias de los cementerios y luego los campos de concentración y las fosas comunes. Finalmente, los juicios sumarísimos de los tribunales militares que se apoyaban casi exclusivamente en declaraciones de perjudicados o en delaciones de oportunistas, pero sin apenas labor de campo. Hacia el final del vídeo daremos datos precisos al respecto. Había tanto trabajo… ¿no es así? Había que satisfacer tanto odio acumulado… Y era preciso desengañar igualmente al pueblo en sus reivindicaciones de mayor igualdad, de una más equilibrada redistribución de las riquezas. No fuera que decidieran intentarlo otra vez…