Cuando estamos en medio de las tormentas de la vida, es fácil pensar que Dios ha perdido el control y que estamos a merced de los vientos del destino. En realidad, Dios es siempre Soberano. Él controla la historia del mundo y Él cuida de nuestras vidas. Así como Jesús calmó las olas, puede también calmar cualquier tormenta que estés enfrentando.