Sufrimiento. Nadie quiere padecerlo, sin embargo, en algún momento de la vida, nos llegará. El sufrimiento trae dolor. La sensación de angustia suele presentarse tan fuerte que nos quiere empujar a dejarlo todo, a volver atrás, a tratar de buscar nuevos sitios de estabilidad; sin embargo, es ahí donde tenemos una gran oportunidad: asirnos fuertemente del Señor y continuar.