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El 14 de marzo del año pasado, el diario El País titulaba: Trabajan contra reloj en Minas por sequia histórica. La nota se acompañaba de una foto de un dique completamente seco.


Ese sería uno de los tantos títulos que día tras día la prensa utilizaría para describir el peor déficit hídrico de los últimos 74 años.


Sobre mitad de 2023, el abastecimiento de agua complicó directamente a la zona sur del país y en un momento de una semana estuvimos a punto de no tener más agua potable para el consumo.


Apurado por la circunstancia el gobierno desplegó una serie de medidas e incluso, la aprobación en el directorio de OSE del Proyecto Arazatí.


En estos días la noticia es otra: días pasados, El Observador informó que en enero de este año disminuyó el consumo de agua potable, cuando el promedio se ubicó unos 60 mil metros cúbicos por debajo.


La tendencia viene manteniéndose en febrero.


En la empresa manejan algunas hipótesis. Mencionan la reducción de las pérdidas, una pérdida de confianza de parte de los consumidores o un aprendizaje de arte de los usuarios.


¿Cómo estamos hoy?


¿Efectivamente aprendimos algo?


¿El escenario ocurrido en 2023 no volverá a repetirse cuando esté en funcionamiento Neptuno?