A menudo hemos destacado, en el análisis de las complejas vicisitudes del Almirante Cristóbal Colón y su hallazgo que cambió la concepción de ver al mundo para siempre, errores y contradicciones. Sin embargo, no faltaron algunas felices elecciones, afortunadas intervenciones, oportunas astucias. Pero, en conjunto, el juicio sobre las virtudes políticas del Almirante, no puede ser positivo.
Se ha dicho que Colónera un hombre todavía medieval. Otros pusieron de relieve su espíritu renacentista y escribieron que “su alma era superior al siglo en que vivió”. En realidad, él se sitúa en medio de las dos edades: medieval era su planteamiento teórico; medieval, con su visión filosófica- teológica y los presupuestos mismos de sus concepciones científicas. Renacentista era su ardor investigador, el vivísimo sentido de la naturaleza, la capacidad de afrontar las explicaciones de los hechos y los fenómenos hasta entonces todavía no observados o explicados.