Olivia Teroba tiene apenas 33 años y suma tres publicaciones: «Un lugar seguro» que es un libro de ensayos, y dos libros de cuentos: «Respirar bajo el agua» y «Pequeñas manifestaciones de luz», que acaba de ser lanzado en la FIL de Guadalajara. A pesar de lo reducido de su obra, ya ha llamado la atención de la crítica por esa voz tan particular a la que ha dado forma y que nos cuenta su cotidianidad con la frescura de una adolescente y el carácter filoso de una navaja.
No le gusta el mundo que le ha tocado en suerte, ni tampoco las condiciones que le ha impuesto la sociedad de turno para poder vivir: «En la lógica del capital, el éxito de unos se sostiene del no-éxito del resto», escribe. Su narrativa, en medio de una sociedad como la mexicana, ha buscado ser un espacio donde las mujeres puedan respirar y en donde encuentren algo parecido al cuidado y la ternura.
Hay algo nuevo, irremediablemente nuevo, en los textos de Olivia Teroba, en los que es posible reconocer las influencias de Virginia Woolf, de Elena Garro, de Clarice Lispector o de Nelly Campobello, mujeres que sacaron la voz en medio de un coro de machos que competían por quien se hacía oír con más fuerza. La narrativa de Teroba surge de haber vivido la vulnerabilidad y la violencia y ofrece toda su agudeza y sencillez, ya sea para construir ficciones que se parecen demasiado a la vida o ensayos que coquetean con la crónica personal y que se parecen demasiado a la ficción.