En el año 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, un joven británico llamado Nicholas Winton organizó una operación de rescate para salvar a niños judíos de Checoslovaquia. Con apenas 29 años y recursos limitados, logró coordinar trenes y permisos para llevar a más de 600 niños a salvo hasta Inglaterra. Uno de esos pequeños, con apenas seis años, lo llamó “el puente que me llevó de la muerte a la vida”.
Décadas más tarde, en un programa de televisión, Winton fue sorprendido al descubrir que estaba rodeado de adultos que él había salvado siendo niños. Todos se pusieron de pie y las lágrimas y abrazos llenaron la sala.
Dios nos llama a ser puentes entre la desesperanza y la salvación, entre el peligro y la seguridad. A veces ese puente se construye con palabras de ánimo, otras con acciones concretas y sacrificadas.Quizás hoy tengas la oportunidad de tender un puente para alguien que lo necesita. Hazlo, aunque no recibas reconocimiento inmediato. La Biblia dice en Proverbios 3:27: “No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo” (RV1960).