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En las calles el amarillo del semáforo no es adorno; es aviso. No significa “acelera”, sino “disminuye y decide con prudencia”. En la vida espiritual también hay señales amarillas. Por ejemplo, inquietudes persistentes, consejos sabios que coinciden, pasajes bíblicos que se repiten, etc. El Señor Jesús, por medio de Su Palabra y Su Espíritu nos invita a bajar la velocidad para escuchar con atención.

Por lo tanto, cuando todo dentro de ti grite “¡ya!”, pon el corazón en modo discernimiento. Ora sin prisa, consulta a creyentes maduros, revisa tus motivaciones y pregunta con honestidad: “¿Busco la gloria de Dios o la mía?”. De modo que, si la paz del Señor no te acompaña, espera. Esperar no es perder el tiempo; es invertirlo en la dirección correcta.

Además, recuerda que la voluntad de Dios no se contradice con Su carácter. Si para correr una puerta debes quebrar principios bíblicos, esa puerta no viene de Él. La verdadera guía produce fruto de justicia, no atajos de ansiedad. Así que, cuando el cielo ponga el semáforo en amarillo, no te frustres. Agradece el aviso, ajusta el paso y deja que la paz de Cristo arbitre tus decisiones. La Biblia dice en Salmos 27:14: “Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová” (RV1960).