No siempre perdemos horas; a veces perdemos minutos que se escurren entre notificaciones, comparaciones y distracciones en piloto automático. Pero el tiempo no es enemigo; es talento para ser administrado para la gloria de Dios. Para progresar en esto, un joven decidió “rescatar” cinco minutos de cada hora. Por ejemplo, poner la pantalla abajo, tener respiración profunda, hacer una oración breve como: “Señor, ordénanos hoy” y una acción concreta de servicio. Al cierre de la jornada, había ganado casi una hora de vida intencional.
El apóstol nos llama a aprovechar bien el tiempo porque los días son malos. Por lo tanto, practica pequeños hábitos de rescate: establece bloques de enfoque, silencia lo innecesario, pon un versículo visible y agenda pausas de oración. Por consiguiente, cambia el “no me alcanza” por “haré lo que sí puedo hoy con fidelidad”. La voluntad de Dios suele forjarse en micro-decisiones que, sumadas, dibujan una vida distinta.
Además, pide al Señor Jesús sensibilidad para discernir interrupciones que son invitaciones como una conversación providencial, una necesidad frente a ti o una puerta entreabierta para el bien. Redimir el tiempo no es llenarlo de ruido, sino alinear minutos con propósito. La Biblia dice en Efesios 5:16: “Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”. (RV1960).