Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios.
Si estamos buscando la paz del corazón, nos convertimos en constructores de paz para el mundo.
Sí, claro. Al igual que los santos que se sentían bendecidos y motivados al ver cómo el amor de Dios ponía en orden sus vidas,
Nosotros también podemos ir llenando de paz nuestra alma, nuestros pensamientos, nuestras acciones.
Dejemos que esa paz que Dios nos regala inunde nuestra vida y encomendémonos a los santos que recuerda nuestra Iglesia católica hoy, 18 de julio:
Algunos de ellos son:
San Federico de Utrecht, Obispo y Mártir; Santa Sinforosa y sus 7 hijos, mártires; San Arnulfo de Metz, Obispo;
San Bruno de Segni, Obispo; San Emiliano de Doróstoro, Mártir; San Filastrio de Brescia, Obispo; San Materno de Milán, Obispo;
San Rufilo de Forlimpopoli, Obispo; Santa Gundena de Cartago, virgen y mártir; Santa Teodosia de Constantinopla, monja y mártir; Santo Domingo Nicolás Dinh Dat, soldado y mártir;
Beata Tarsicia Mackiv, virgen y mártir; Beato Juan Bautista de Bruselas; presbítero y mártir y Beato Simeón de Lipnica, presbítero y religioso.
Hoy, conoceremos la historia de un valiente obispo que luchó contra las malas costumbres morales de su tiempo y exhortó a vivir sinceramente un camino de la conversión, sin temer a los poderosos de su época.
Él es San Federico de Utrecht.
Oremos a este esforzado obispo, que sin temor anunció el Evangelio y reprendió los errores de su tiempo:
Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a San Federico de Utrecht, Obispo y Mártir, ser fiel imitador de la pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
No es fácil para los obispos realizar su labor pastoral.
Su tarea como vigilantes del bien de su rebaño es ardua pues, al estar continuamente trayendo a sus ovejas a un camino de conversión y santidad, los que quieren permanecer cómodos en una mediocridad espiritual, rechazan y desobedecen sus advertencias de pastor.
El Obispo está llamado a enseñar y a iluminar con su conocimiento y testimonio sobre el sentido de la doctrina y de la fe y muchas veces, se encuentra con abundantes obstáculos para poder comunicar el mensaje de salvación.
Abramos el oído a la voz del Pastor.
La gracia de estado que acompaña su labor pastoral, les confiere a nuestros obispos, ser canales que transmiten la voluntad de Dios para nuestra Iglesia particular.
Acatar su autoridad nos mantiene en comunión como Iglesia.
Por ello al vivir nuestra vida cristiana en comunidad, nos hacemos familia, una fuerte familia, congregada por estos pastores.
Oremos por ellos y escuchémoslos con docilidad.
San Federico de Utrecht,
Ruega por nosotros.