Bienvenidos a abrir el corazón para escuchar grandes historias que despiertan nuestra espiritualidad.
Las encontramos en el Catálogo Divino…
Y ellas nos demuestran que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Una actitud así, ante el punto de vista del mundo, es cosa de locos…
Se nos olvida que la sabiduría de los hombres es necedad para Dios y la sabiduría de Dios es necedad para los hombres.
Pero, como a nosotros nos deleita la sabiduría de Dios, sigamos encontrándola en los ejemplos de los santos.
Tenemos unos santos muy especiales para abogar por nosotros en este día, 17 de julio:
Ellos son:
San Alejo, laico mendicante; San Kenelmo, Mártir; Santa Eduviges, Reina; San Ennodio de Pavía, Obispo; San Fredegando, Abad; San Jacinto, Mártir; Santa Justa, Mártir;
San Colmán, Peregrino; San León IV, Papa; Santa Marcelina, Virgen; Santos Mártires Escilitanos; San Pedro Liu Ziyu, Mártir; San Teodosio de Auxerre, Obispo;
Beata Teresa de San Agustín y Compañeras Carmelitas de Compiegne, Vírgenes y mártires; Santos Zoerardo o Andrés y Benito, Eremitas.
Vivir en una pobreza extrema sin necesitarlo, con el sólo deseo de no tener nada que lo aparte de Dios, parece cosa de locos, pero este santo logró con su total desprendimiento dejar un gran ejemplo de humildad y amor por Dios sobre todas las cosas.
El es San Alejo.
Oremos a este santo de la humildad que nos alcance esa disposición del alma para vivir santamente:
¡Oh Alejo bendito! que por tus merecimientos y oraciones yo alcance del Señor la virtud de la perfecta castidad, de obediencia, de menosprecio de todas las cosas transitorias, y gracia para vivir como hombre peregrino de su patria, y desconocido y muerto al mundo. Amén.
Vivir sanamente la vida espiritual requiere de la humildad.
Hay personas muy consagradas al estudio y al apostolado, incluso a la oración, pero esconden en su interior, una arraigada soberbia.
No hay mejor remedio y antídoto para ella, que aceptar ser humillado.
Es evidente que todos merecemos respeto y ningún maltrato.
Sin embargo, para la persona espiritual, el hecho de ser capaces de no reaccionar con soberbia ante una provocación o una situación injusta, es una demostración de autocontrol y equilibrio, propia de verdaderos cristianos.
Si bien es cierto que el mundo no es perfecto, la soberbia hace que se desee que las cosas sucedieran como a uno le gusta.
En cambio, el humilde, es capaz de ver con sabiduría y prudencia aquello que las emociones alteradas no logran percibir, y allí es donde la gracia de Dios actúa, para hacer más santa la persona, y sobre todo, para ahogar los conflictos en su misma fuente:
Esa soberbia que incita a la lucha de poder, al orgullo que no acepta ser contradicho, a una vanidad atornillada al corazón, escondida bajo la capa del amor desordenado por sí mismo.
Cuenta una historia que un gran santo reprochaba una vez a un discípulo por ser muy orgulloso, y éste le dijo:
"Padre, yo no soy orgulloso".
El santo le respondió:
"Ese es tu peor peligro: que eres orgulloso, y no te das cuenta de que eres orgulloso".
Aprendamos de San Alejo en este día, a examinar nuestro corazón y a aferrarnos a la Virgen María para que ella nos enseñe que sólo los humildes pueden servir a Dios.
No seamos tercos y dejemos que la humildad nos enseñe la verdadera sabiduría de Dios.
Sólo así podremos ser en verdad: almas espirituales, católicos de convicción.
San Alejo,
Ruega por nosotros.