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Bienvenidos a escuchar un gran episodio del Catálogo Divino.

 

A todos nos encantan los milagros.

 

Y al mismo tiempo, nos asustan.

 

Y es que ver cómo las leyes de la naturaleza son cambiadas para obtener una sanación o la liberación de un peligro, nos hace caer en cuenta cómo el poder de Dios realmente lo sostiene todo, lo controla todo.

 

Pero lo más impactante, es reconocer que el poder de Dios se mueve por amor a nosotros para darnos un beneficio y una nueva vida.

 

Por ello, anhelamos tanto los milagros y nos fascina hablar de ellos.

 

Sin embargo, si sólo nos quedamos en lo material sin entender que los milagros van unidos a la fe en Dios, nos quedamos el grupo de los que sólo sueñan ganarse la lotería y no valoran el amor divino en sus vidas.

 

Por ello, somos devotos a los santos, porque a través de su intercesión ellos, nos alcanzan aquellos bienes que nos convienen para vivir dignamente delante de Dios, en esta vida y en la otra.

 

Conozcamos, entonces, a los grandes intercesores venerados en este día, 24 de julio:

 

Santa Cristina de Bolsena, mártir; San Chárbel Makhluf, presbítero ermitaño; Beato Antonio Torriani de Láquila, presbítero ermitaño; San Balduino de Rieti, abad; Santos Boris y Gleb, mártires; San Declano, Obispo;

 

Santa Eufrasia, eremita; San Fantino “el Viejo”, laico; San Juan Boste, presbítero y mártir; San José Fernández, presbítero y mártir; Santa Cunegonda, reina; Santa Sigolena, religiosa; San Victorino de Amiterno, mártir;

 

San Liborio, obispo; Beato Juan Tavelli de Tossignano, obispo; Beato José Lambton, mártir; Beata Luisa de Saboya, princesa y monja; Beata María Ángeles de San José, religiosa y mártir; Beata María Pilar de San Francisco Borja, religiosa y mártir;

 

Beata Mercedes Prat y Prat, mártir; Beato Modestino Mazzarella, religioso; Beatos Nicolás Garlick, Roberto Ludlam y Ricardo Simpson, mártires; Beato Javier Bordás Piferrer, presbítero y mártir.

 

Este santo católico hizo parte del rito maronita, propio del Líbano y viviendo una extraordinaria vida de penitencia y oración, fue un sacerdote que con predicación y sanaciones despertó la fe de sus conciudadanos y en la actualidad no ha parado de hacer muchos milagros.

 

El es San Chárbel Makhluf.

Pidamos la gracia de la comunión y las que estemos guardando en el corazón:

 

Oh Dios, que llamaste a san Chárbel, presbítero, al singular combate del desierto, y le enriqueciste de todo género de piedad, te rogamos que, habiendo imitado la pasión del Señor, merezcamos participar de su reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

Para poder vivir su misión sacerdotal, Chárbel vivió con toda radicalidad su desprendimiento de la familia.

 

Preguntémonos de qué nos debemos desprender para vivir plenamente la voluntad de Dios.

 

Puede ser de bienes como la familia o la solvencia económica, o de perjuicios, como vicios y pecados.

 

¿Qué nos ata a la tierra, y nos hace permanecer embarrados?

 

Soltémoslo con toda confianza: el amor de Dios suple todo lo que nos falta y embellece lo que tenemos.

 

Ojalá que como san Chárbel, nuestra vida tenga como centro la Eucaristía y que allí, nos convirtamos en fuente de comunión y salud para todos los que se nos acerquen, haciendo que nuestra vida sea sólo una irradiación de Jesús.

 

San Chárbel Makhluf,

 

Ruega por nosotros.