Un saludo fraterno de las Hermanas Trovadoras de la Eucaristía, deseándoles que Dios siga llenando de luz y fortaleza sus vidas.
Seguimos orando por todos ustedes, deseando que la alegría de buscar la santidad brote en sus corazones.
Sigamos viajando por las sendas de la espiritualidad, conociendo la vida de los santos, especialmente de aquellos que nuestra Iglesia Católica recuerda hoy, 18 de agosto.
Algunos de ellos son: San Agapito de Lacio, mártir; San Alberto Hurtado, presbítero; Santa Elena de Constantinopla, reina; San Fermín de Metz, obispo; San León de Licia, mártir;
Beato Antonio Banassat, presbítero y mártir; Beato Leonardo de Cava, abad; Beata Paula Montaldi, abadesa y Beato Vicente María Izquierdo Alcón, presbítero y mártir.
Hoy conoceremos la interesante vida de un santo sacerdote chileno que se destacó por su defensa de los pobres y los trabajadores en su nación.
El es san Alberto Hurtado.
Oremos a este sacerdote que siempre quiso hacer lo que Cristo haría en su lugar:
Padre Alberto Hurtado: Apóstol de Jesucristo, servidor de los pobres, amigo de los niños y maestro de juventudes, bendecimos a nuestro Dios por tu paso entre nosotros.
Tú supiste amar y servir. Tú fuiste profeta de la justicia y refugio de los más desamparados. Tú construiste con amor un hogar para acoger a Cristo.
Como un verdadero padre, tú nos llamas a vivir la fe comprometida, consecuente y solidaria.
Tú nos guías con entusiasmo en el seguimiento del Maestro. Tú nos conduces al Salvador que nuestro mundo necesita.
Haznos vivir siempre contentos aun en medio de las dificultades. Haz que sepamos vencer el egoísmo y entregar nuestra vida a los hermanos.
Padre Alberto Hurtado, hijo de María y de la Iglesia, amigo de Dios y de los hombres, ruega por todos nosotros. Amén.
El Padre Alberto tenía una agenda apretadísima en su compromiso apostólico y social.
Uno no logra imaginar cómo pudo realizar tantas actividades al mismo tiempo y con tanta eficacia.
Sólo hay una explicación:
Simplemente el padre Hurtado trabajaba junto a Cristo como su colaborador, encarnando en él, sus sentimientos, sus preocupaciones, su conciencia de sentirse plenamente un hijo amado de Dios que deseaba restaurar la dignidad perdida de sus hermanos.
Si tantas obras las impulsó un solo hombre, ¿Cuánto bien no lograríamos uniendo todos, nuestras fuerzas?
San Alberto Hurtado,
Ruega por nosotros.