Un saludo fraterno deseando que el Señor colme sus corazones de alegría.
En este camino hacia la santidad tenemos una protectora muy especial:
¡Es la Virgen María!
Al pie de la cruz, María nos ha acogido como hijos y como buena Madre, siempre está cerca de nosotros para ayudarnos a escoger la mejor parte: cumplir la voluntad de Dios.
Ante su presencia serena y llena de dicha, ninguno de nosotros puede decir que algo sea imposible.
Mucho menos podemos pensar que no podemos ser santos.
Así que contando con esta gran protectora, también invoquemos a los santos que en este día, 25 de julio, quieren inspirarnos a continuar luchando por alcanzar la santidad.
Ellos son:
Santiago el Mayor, apóstol; San Magnerico de Tréveris, obispo; San Teodomiro de Córdoba, monje y mártir; Santa Carmen Sallés, virgen;
Santa Glodesindis, abadesa; Santa Olimpíada de Nicomedia, viuda; Beata María Teresa Kowalska, virgen y mártir; Beato Antonio Lucci de Bobino, obispo;
Beato Juan Soreth, presbítero; Beato Miguel Ludovico Brulard, presbítero y mártir y Beato Pedro de Mogliano Corradini, presbítero.
Conoceremos este día a una santa que apostó por la educación como la mejor manera de promocionar a la mujer y ayudarle a restaurar y cuidar su dignidad, cultivando, además, una profunda devoción a la Virgen María.
Ella es Santa Carmen Sallés.
Oremos por esta gran promotora de la dignidad de la mujer:
Oh Dios, que concediste a Santa Carmen Sallés la abundancia de tu gracia, un profundo amor a la Virgen Inmaculada y el conocimiento de tu predilección por la infancia y la juventud, haz de cada uno de nosotros un instrumento dócil a tus inspiraciones, para que, como ella, seamos testigos ante el mundo de las maravillas de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Es innegable que, aun con todo el desarrollo social que existe, todavía la dignidad de la mujer es vulnerada.
Cristo mismo mostró en su trato a las mujeres el respeto a su dignidad y la equidad en el trato que merecen.
Las hizo discípulas, hermanas, amigas, anunciadoras y activas colaboradoras en su misión de formar y cuidar la Iglesia.
¿Por qué el ejemplo de Cristo no es contagioso?
Porque hacen falta corazones mansos y humildes como el de Jesús, para evitar que el orgullo y la soberbia, inciten a alimentar el egoísmo y abrir estas brechas discriminatorias.
El pecado en el corazón hace surgir todas las divisiones y prejuicios.
En la Virgen María, Dios ha querido engalanar a la mujer, de su ternura y consideración.
María ha sido la mujer más libre que ha existido.
Santa Carmen Sallés,
Ruega por nosotros.