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Un gran saludo en el Señor Jesús.

 

Vamos culminando este mes y nos sentimos agradecidos por todo lo que hemos podido llevar a  cabo en el transcurso de este año.

 

Si sentimos que el tiempo se nos va, entonces llenémonos de fortaleza espiritual y alegría para que cada momento lo podamos vivir plenamente y sobre todo, deje muchos frutos buenos para nuestra vida y la de los demás.

 

Los santos aprovechaban muy bien su tiempo, pues era una oportunidad de crecer más en el amor y la vida en Dios, por ello pidamos su intercesión por nosotros, para que nuestra vida se llene de Dios.

 

Los santos que recuerda nuestra Iglesia en este día, 31 de julio, son:

 

San Ignacio de Loyola, presbítero; San Calimero de Milán, Obispo; Santos Demócrito, Segundo y Dionisio, Mártires; Santa Elena de Skövde, Viuda y mártir; San Fabio, “el Portaestandarte”, Mártir; San Germán de Auxerre, Obispo;

 

San Justino de Jacobis, Obispo; Santo Pedro Doán Cong Quy y Emmanuel Phung, Mártires; San Tertulino, Mártir; Beato Jaime Buch Canals, Adjutor Salesiano y mártir; Beato Juan Colombini, religioso y fundador;

 

Beato Juan Francisco Jarrige, Mártir; Beato Girolamo Michele Calmell, religioso; Beatos Dionisio Vicente Ramos y Francisco Remón Játiva, religiosos y mártires; Beato Everardo Hanse, presbítero y mártir y Beato Francisco Stryjas, Padre de familia y mártir.

 

Hoy, tenemos la sorprendente historia de un santo que se valió de su fuerte formación militar para hacerse un aguerrido soldado de Cristo, cuyo método de discernimiento ha sido una gran riqueza para la espiritualidad de la Iglesia.

 

El es San Ignacio de Loyola.

Oremos pidiendo el valor y la fidelidad de este gran santo.

 

Señor, Dios nuestro, que has suscitado en tu Iglesia a San Ignacio de Loyola para extender la gloria de tu nombre, concédenos que después de combatir en la tierra, bajo su protección y siguiendo su ejemplo, merezcamos compartir con él la gloria del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

Dijo un pensador católico de San Ignacio:

 

Quien ama verdaderamente no está nunca ocioso. San Ignacio ponía su felicidad en trabajar por Dios y sufrir por su causa.

 

Aunque todos nos admiramos de la gran disciplina y espíritu emprendedor de San Ignacio para dar inicio a esta gran orden religiosa, hay algo muy profundo e importante que podemos meditar en este día.

 

Al volcar todo su amor y su empeño a Jesucristo, Ignacio perfiló en su modestia, nobleza y perseverancia, un claro ejemplo de que cuando damos la vida a Dios, no perdemos nada sino que más bien ganamos.

 

Para algunos, disponerse a vivir más espiritualmente, les parece que los presiona a dejar que su identidad y su pasado se borren, para dar paso a las exigencias de la fe.

 

Sin embargo, por San Ignacio, aprendemos que Dios se vale de nuestro pasado, de nuestro temperamento y educación, de nuestros sentimientos y sueños, para ayudarnos a crecer como sus hijos amados y a saber unirnos a la misión de Jesucristo, asumiendo nuestra propia misión, en una cercanísima relación con Dios.

 

Aprender a discernir es aprender a desplegar la vida a la luz de Dios.

 

Es orientar nuestras decisiones para ir en sintonía con el inmenso amor que Dios nos tiene.

 

Por ello, es el ejercicio más pleno de nuestra libertad y entendimiento

 

Y nos conduce a la felicidad, siendo servidores activos que salen de sí mismos, impulsados por el amor y con temple de guerreros.   

 

San Ignacio de Loyola,

 

Ruega por nosotros.