Un saludo fraterno de parte de las Hermanas Trovadoras, para todos nuestros oyentes.
Cada uno de ustedes es una motivación más para seguir aprendiendo en este Catálogo Divino sobre los santos.
Es muy importante compartirles a todos, este mensaje que nos ayude a comprender que la vida eterna nos espera…
Y los grandes mensajeros de la vida eterna son los santos; ellos, con sus enseñanzas en su vida terrenal y con sus milagros en la vida celestial, nos avisan que la Vida eterna está allí… y que podemos perdérnosla si dejamos que nuestra alma divague por los placeres de este mundo.
Para que eso no nos pase, acudamos a la intercesión de los santos que se veneran en este día, 18 de agosto: Recordamos a San Agapito de Lacio, mártir; San Alberto Hurtado, presbítero; Santa Elena de Constantinopla, reina; San Fermín de Metz, obispo; San León de Licia, mártir; Santos mártires llamados de la “Masa Cándida”. Beatos Jaume Falgarona Vilanova y Atanasio Vidaurreta Ara, religiosos mártires; Beato Martí Martínez Pascual, presbítero y mártir, Beato Antonio Banassat, presbítero y mártir; Beato Leonardo de Cava, abad; Beata Paula Montaldi, abadesa; Beato Nicolás Factor, Religioso; Beato Reinaldo de Concorégio, obispo Beato Francisco Arias Martín, religioso y mártir y Beato Vicente María Izquierdo Alcón, presbítero y mártir.
Hoy, aprenderemos de las enseñanzas de una abadesa clarisa del siglo XVI, que elevó muy alto su espíritu por medio de la meditación de la Pasión del Señor y del servicio a sus hermanas.
Ella es la Beata Paula Montaldi.
Oremos a Dios para que nos conceda la santidad cristalina de esta santa:
Padre, escucha nuestras súplicas, para que, cuantos celebramos con devoción el seguimiento de Cristo pobre y crucificado de la beata Paula Montaldi, virgen, permanezcamos en tu amor y crezcamos en él hasta la muerte. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Aunque la vida de una clarisa se quede en el secreto de la modestia, la humildad y la piedad; para los que estamos fuera del claustro, la vida de la Beata Paula nos presenta el fiel reflejo de lo que significa para un religioso y para todo cristiano la armonía de estos tres elementos.
Paula tenía una tiernísima amistad con Dios de la cual, nutrió su vida con espiritualidad y virtud, pero expresadas en el amor,
Por lo mismo su vida fraterna, no fue para ella un campo de batalla que librar, sino la oportunidad de sacar a relucir las enseñanzas y las bondades que Dios había tenido con ella.
No en vano se dice que “el misericordioso alcanzará misericordia”,
por lo mismo, recordar cada día la misericordia que Dios ha tenido con nosotros, nos ayuda a ser compasivo y comprensivo con la fragilidad de los demás
Así, los problemas fraternos se vuelven el termómetro de nuestra capacidad de autodominio y amor desinteresado.
También, la misión cobra un sentido: la misión que Paula tenía al ser superiora, era la de velar por el bien de sus hermanas.
Esta misión le hizo un bien inmenso porque le ayudaba a salir de sí misma y a compartir frecuentemente su anuncio del Evangelio y su fe, dentro de su misma comunidad.
Recordemos siempre que la fe que no se comparte, se marchita.
Ya teniendo su amistad con Dios y su buena vida fraterna, Paula podía asumir su misión y lo logró, no solo floreciendo en santidad su propia vocación sino ayudando a que muchas mujeres encontraran en su carisma un camino para santificarse.
Paula tenía como horizonte la santidad, por ello cuidó de estos tres frentes con diligencia, humildad y perseverancia.
Esta invitación la tenemos todos: cuidar de las decisiones que tomamos y pensar cómo influyen en nuestro camino al encuentro con Dios, sea cual sea la misión que tengamos, es lo que permite que nuestra vida tenga esa motivación, equilibrio y vitalidad que necesitamos para llegar a la plenitud.
Como dice san Pablo:
Estaremos en la verdad y el amor, e iremos creciendo cada vez más para alcanzar a aquel que es la cabeza, Cristo.
Beata Paula Montaldi,
Ruega por nosotros.