Damos un gran saludo a todos nuestros oyentes.
Puede ser que en estos momentos, estén atravesando luchas y dificultades, pero recuerden siempre que Dios se preocupa por nuestras necesidades y nos apoyará siempre, dándonos la luz y salud que anhelamos.
Sólo que no obliga a nadie, así que les invitamos a abrir su corazón con libertad y esperanza ante Dios, cuya ternura y bondad nunca nos defrauda.
En estos minuticos que escuchamos el catálogo divino, dejamos que la alegría y la confianza de los santos, nos contagie y nos llene de motivación: primero, para creer en que Dios en verdad nos ama…
…y segundo, para recordarnos que cada persona es valiosa y está cargada de dones que unidas a la gracia de Dios, le permiten enfrentar la vida y asumirla con seguridad.
En este día tenemos también muchos santos por venerar.
¿Por qué no damos paso a conocer los nombres de estos amigos celestiales?
Si, claro. En este 23 de agosto, nuestra Iglesia Católica venera a los siguientes santos:
Santa Rosa de Lima, virgen; San Antonio de Gerace, eremita; santos Ciriaco y Arquelao, mártires; santos Claudio, Asterio y Neón, hermanos y mártires; San Eugenio de Ardstraw, obispo;
San Flaviano, obispo; Santa Fructuosa, mártir; San Lupo, mártir; San Minervo, mártir; San Zaqueo de Jerusalén, obispo; Beato Francisco Dachtera, presbítero y mártir y Beato Juan Bourdon, presbítero y mártir.
En este día, conoceremos a un santo ermitaño que a pesar de su vida solitaria dio un gran testimonio de santidad para la Iglesia por su desprendimiento del Mundo.
El es San Antonio de Gerace.
Señor: Concédeme la gracia de abrir mi corazón para que transforme todo lo que tenga que ser cambiado, para que mis egoísmos se vuelvan actos de generosidad, para que mi soberbia se torne en humildad, para que mis heridas sanen con alegría, para que mis máscaras sean transparencia, para que mis malas acciones se conviertan en buenas obras!
¡Abre, Señor, mi corazón pequeño y frágil a tu Palabra para hacer siempre el bien! ¡Que mi oración sea también ayuno para aprender a amar! ¡Que las oscuridades de mi alma se transformen en luz a la lumbre de la oración!
¡Concédeme la gracia de encaminar mi vida desde la rectitud, a ser consciente de mis faltas y a rechazar con valentía las tentaciones y el pecado, a huir de lo que me aleja de ti y a purificar mi corazón!
¡Imploro, Señor, tu misericordia y me propongo cambiar para parecerme cada día más a Ti!! ¡Gracias porque puedo abrirte el corazón en oración y contarte mis necesidades y problemas y sentir como lo acoges todo! Amén.
El Papa Francisco ha advertido frecuentemente que los cristianos no debemos permitir en nuestra vida, la mundanidad espiritual.
Esta mundanidad es pérfida porque se desliza silenciosamente en nuestra vida y no nos damos cuenta que entra
Y en las comodidades de lo mundano, vamos construyendo una paz superficial que enmascara el mal que puede estar surgiendo en bajo perfil dentro del alma.
Especialmente se acomoda la fe a lo que uno le conviene o le gusta.
Pero realmente todo bautizado tiene un compromiso y una misión, que nos lleva a “desacomodarnos” para vivir ese mensaje de Dios que recibimos en la Sagrada Escritura y esa gracia que recibimos en los sacramentos.
Nos dice san Juan de la Cruz:
“No busque a Cristo sin cruz”
Vivir la disciplina de soltar lo que el mundo nos propone es como asumir nuestra unión a Cristo en la cruz: derribando el ego, la búsqueda de placer, la soberbia del poder:
Por lo tanto, ser cristianos, nos implica no quedarnos cómodos en el pecado y la indiferencia y esto nos invita a ser humildes y sencillos y dejar que lo que Dios nos pide en sus mandamientos sea más importante que el éxito mundano y vivir una existencia fácil.
Abandonemos lo mundano, para descubrir la providencia de Dios en nuestra vida y disfrutar de su paz verdadera.
San Antonio de Gerace,
Ruega por nosotros.