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Un saludo fraterno de parte de las hermanas Trovadoras de la Eucaristía.

 

Agradecemos mucho su oración por nosotras.

 

Sabemos que la unión de muchos corazones que se unen en una intención, alcanzan abundantes bienes de Dios.

 

Por ello, nos fortalecen sus momentos de oración y así también se enriquece nuestra Iglesia, creciendo todos en esta unión espiritual.

 

Así unidos también a nuestra Iglesia celestial, podemos alcanzar muchos bienes por la intercesión de los santos.

 

Acudamos especialmente a los santos que se veneran en este día, 5 de septiembre:

 

Santa Teresa de Calcuta, virgen; Santos Aconto, Nono, Herculano y Taurino, Mártires; San Alberto de Butrio, Abad; San Bertino, abad; San Quintín de Capua, Mártir;

 

Beato Florencio Dumontet, Mártir; Beato Juan Bono de Siponto, Abad; Beato Guillermo Browne, Mártir; Santos Pedro Nguyen Van Tu y José Hoàng Luong Canh, Mártires.

 

En este día para conocer un poco más acerca de la vida monástica, vamos a conocer a un abad que en su lugares de consagración creció, floreció y dio mucho fruto espiritual para la Iglesia.

 

El es San Bertino.

¡Señor Jesús, qué hermoso eres! Qué grande es tu amor y tu misericordia. No caben en nuestro corazón, menos en nuestros pensamientos. Hoy te pedimos, nos ayudes a ver el sufrimiento del hermano y hacer algo por él.

 

Que vea tus obras, plasmadas en la naturaleza y me sorprenda por tanta maravilla. Que vea tu presencia en todo lo que me acontece. Que vea tu cercanía y compañía, tu amor y amistad, en quienes me rodean. Que vea tu rostro en quien se acerca a mí.

 

Señor que vea cómo te acercas a nosotros para darnos la oportunidad de crecer en el amor al prójimo. Gracias, Señor, por tu fuerza, tu amor y tu ternura, que hoy nuevamente renuevas en nuestro corazón. Amén.

 

El Apóstol Pablo en muchas de sus enseñanzas nos invita a ser conformes y vivir santamente en medio de las circunstancias en las cuales hemos tenido nuestro encuentro con Dios.

 

La tendencia a decir que seríamos felices si tuviéramos un entorno ideal, una familia perfecta, unos aliados idóneos, unos talentos extraordinarios, no nos deja ver que podemos florecer en las circunstancias más adversas y sin tanto perfeccionismo.

 

La planta florece sin pensar que marchitará, florece tan sólo con la esperanza de dar su mejor flor.

 

Nuestra confianza en Dios y nuestra convicción de hacer el bien deben ser tales, que dar lo mejor de nosotros mismos, no debe verse limitado por lo que nos rodea.

 

Si nos hemos puesto la meta de florecer en el bien, esa flor surgirá aunque la planta sea atacada por las inclemencias del tiempo.

 

Para florecer debemos cooperar con el poder del Espíritu Santo que hace posible nuestra vitalidad y la restauración de nuestra vida.

 

Dios hace brotar florecillas en las peñas más abruptas ¿cómo no va a querer que brote el bien y la paz en nuestras vidas, que valen la sangre de Jesús?

 

San Bertino,

 

Ruega por nosotros.