Listen

Description

Qué bueno que podamos seguir encontrándonos en este viaje a través de la historia de la Iglesia.

 

Las historias del Catálogo divino nos hacen volar la imaginación…

 

Pero contándonos historias bien reales, que nos llevan a pensar más allá de lo que las apariencias de este mundo nos pueden sugerir.

 

Así que abramos nuestro horizonte, y sigamos la pista a los santos que en este día 12 de septiembre, recuerda nuestra Iglesia:

 

Además de recordar la Memoria del Dulce Nombre de María, también se venera a: San Albeo de Emly, Obispo; San Autónomo de Bitinia, obispo y mártir; San Curonato, obispo; San Poncio de Serrancolín, obispo y abad;

 

San Francisco Ch´oe Kyong-hwam, catequista y mártir; San Guido de Anderlech, laico sacristán; Beato Pedro Sulpicio Cristóbal Faverge, religioso y mártir y Beata María Luisa Prosperi, abadesa

 

Los laicos que son maravillosos ejemplos de santidad, también destacan en nuestro catálogo divino y hoy conoceremos a un hombre muy especial que es patrono de los sacristanes.

 

El es San Guido de Anderlech.

Oremos pidiendo al Señor que nos ayude a valorar lo que tenemos y a ser cumplidores de nuestro deber, con la intercesión de San Guido:

 

¡Oh Dios! que nos alegras en la solemnidad de tu bienaventurado confesor Guido; concédenos propicio, que los que celebramos su nacimiento para el cielo, imitemos sus virtudes y loables acciones. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

No podemos ser católicos, unas horas al día…

 

El Evangelio nos invita a ser santos desde las cosas pequeñas y qué mejor que las largas horas de trabajo donde, detalle a detalle, una cosa tras otra, nos hace dar nuestra mejor actitud y empeño para que todo salga bien.

 

Pero esto no es posible, si queremos quitarnos nuestros principios como si fuera una máscara y hacer lo correcto sólo cuando nos miran.

 

El católico necesita mantenerse en sintonía con Dios y en esas pequeñas cosas que suceden trabajando; allí es donde muestra lo que tiene en su corazón y qué motivaciones lo impulsan en la vida.

 

Trabajamos pensando en vivir dignamente nosotros y nuestra familia.

 

Así que no caigamos en el éxito fácil, buscando beneficios sin esfuerzo que luego nos dé vergüenza el admitir que aceptamos acciones injustas.

 

Los católicos no sólo somos santos rezando, sino también trabajando. Allí está nuestro equilibrio.

 

Porque es en las dificultades de la vida real, donde dejamos que Dios haga mejor el mundo que nos rodea a través de nuestras acciones inspiradas por Él.

 

Jesús fue un humilde carpintero y nos enseña que trabajar nos da dignidad y motivos para ser creativos y nobles prestando nuestro servicio.

 

Por ello, disfrutemos con alegría, hacer honradamente nuestro trabajo y presentémosle a Dios nuestras tareas, para que no sólo produzcamos dinero con ellas, sino también bendiciones para nuestro hogar y aquellos que reciben los frutos de nuestro trabajo.

 

Así, la fe deja de ser teoría y se ve en las obras.

 

San Guido de Anderlech,

 

Ruega por nosotros.