Caminamos juntos en medio de todo tipo de situaciones.
Nuestra vida se enriquece con la experiencia de vida de todas las personas que nos comparten algún tiempo de su vida y de esta riqueza, crecemos en sabiduría.
Por ello, nuestra santidad, se fortalece con los buenos ejemplos y consejos que podamos recibir.
Así crecieron los santos, buscando el consejo de los prudentes y pidiendo a Dios que bendijera su vida en toda circunstancia, como dice el libro de Tobías.
Busquemos más enseñanzas en la vida de los santos, especialmente, en las de los que se recuerdan hoy, 27 de octubre.
Ellos son: San Bartolomé de Breganza, obispo; San Frumencio de Etiopía, Obispo; San Namancio de Arvernia, obispo; San Oterano de Iona, monje; San Trásea de Esmirna, obispo y mártir;
San Vicente, Santa Cristeta y Santa Sabina de Talavera, mártires; Beata María Encarnación Rosal, virgen y San Gaudioso de Nápoles, obispo.
Hoy, conoceremos la vida de un obispo dominico que fue un gran predicador y defensor de la fe.
El es Bartolomé de Breganza
Oremos a este fiel abanderado de la comunión en la Iglesia:
Diego
Oh Dios, que hiciste del beato Bartolomé un apóstol admirable para llevar la luz de la verdad a los extraviados y la paz y concordia entre los pueblos; concédenos, por su piadosa intercesión, que nuestro corazón y pensamientos mantengan en Cristo Jesús esa paz que tú das y que supera todo deseo. Amén.
Bartolomé buscó de todos los modos, propiciar el diálogo y cordialidad en medio de un ambiente muy complejo.
Una gran dificultad para superar los conflictos es: arrastrar al momento presente, las diferencias del pasado.
Con tal de no enfrentar la carga que conlleva, enfrentar el conflicto y ceder hasta perdonar el motivo de la discordia, muchos incrementan los motivos del conflicto y buscan más alternativas para continuarlo.
Definitivamente, el mejor camino es el perdón.
Perdonar no significa olvidar. Eso sería no reconocer la dignidad herida del afectado y evadir responsabilidades.
Perdonar implica reconocer estas responsabilidades y dar un justo reconocimiento al daño causado, decidiendo no continuar ahondando en el dolor, sino dar paso a un momento presente renovado sin esa carga del pasado.
En cuestiones de Iglesia, esa reconciliación, puede hacerse cuando se centra la mirada en la cabeza, en Cristo, en quien no hay pecado ni error.
Tratar de enmarcar la grandeza de la misión de la Iglesia en las limitaciones humanas y los errores de sus miembros, es un camino doloroso y que no da respuesta a esa búsqueda de la justicia.
Es mejor abrir la puerta para que entre el amor, trascendente y sanador, que Cristo ofrece y confirma con su sacrificio en la cruz, y se puedan superar estas circunstancias de conflicto.
Beato Bartolomé de Braganza,
Ruega por nosotros.