En cada lugar puede surgir un santo.
Y es posible porque Dios hace presencia en todas partes y se hace amigo de quien abra su corazón con humildad.
Sigamos descubriendo a los protagonistas de muchas historias de santidad, en nuestro Catálogo divino.
En este gran catálogo de seguidores de Jesucristo, encontramos a los santos que se recuerdan en este día, 3 de noviembre:
Algunos de estos bienaventurados son:
San Martín de Porres, religioso; Santos Germán, Teófilo y Cirilo, mártires; San Libertino, obispo y mártir; San Pápulo, mártir; santos mártires Valentín, presbítero e Hilario, diácono; san Guenael, abad;
San Domnino de Vienne, obispo; san Pirmino, obispo y abad; San Ermengol de Urgel; obispo; San Huberto cazador; obispo; Santa Ida, reclusa; San Juanicio de Antidio, monje; Santa Odrada de Alem, virgen;
Santa Silvia de Sicilia, madre del papa Gregorio Magno; Santa Wenefrida, virgen; San Pedro Francisco Nerón, presbítero y mártir; Beata Alpaide de Cudot, virgen; Beato Berardo, obispo y Beato Simón Balachi, religioso.
La santa de nuestro episodio de hoy, tiene una corta y sorprendente historia, pero una larga tradición de devoción en su tierra natal de Gales en Inglaterra.
Pues ella murió por defender su castidad y volvió milagrosamente a la vida llegando luego a ser abadesa de un monasterio.
Conozcamos a Santa Wenefrida.
Pidamos al Señor que nuestra vida sea restaurada con esta oración.
Señor Jesús, confiado en Tu Palabra abro totalmente mi corazón a Ti. Reconozco mis pecados y Te pido perdón por cada uno.
Yo Te presento toda mi vida, desde el momento en que fui concebido hasta ahora. En ella están todos mis errores, fracasos, angustias, sufrimientos y toda mi ignorancia de Tu Palabra.
Yo Te pido, Señor, que esa vieja naturaleza mía, vendida al pecado, sea crucificada en Tu cruz. ¡Lávame con Tu Sangre, purifícame, libérame, Señor!
Y ahora, Jesús, te pido que vengas a mí; yo Te recibo como mi Dueño y Señor.
Ven a vivir en mí, dame la gracia de vivir intensamente Tu Palabra en todas las circunstancias de mi día a día, confiando en que por el poder del Santo Espíritu me sanarás, sostendrás y guiarás en esta nueva etapa que hoy comienzo a Tu lado. Amén.
Si preguntamos a personas que hayan tenido una experiencia extrema de conversión, seguramente contarán su vida como si hubieran muerto y vuelto a vivir.
Como Wenefrida, estas personas después de su encuentro con Dios, se han vuelto más piadosos, han dejado malas costumbres, y sobre todo, han encontrado en el servicio una manera de ser más felices.
Todo lo atribuyen a la gracia de Dios y con lágrimas cuentan cómo han transformado su manera de pensar, de actuar y hasta de sentir.
Dejarse transformar por el Espíritu Santo a veces, duele porque implica abandonar el orgullo y la prepotencia, pero la paz y felicidad que deja hace que no se extrañen estos grandes pecados.
Dejemos que Dios nos cambie la vida y la renueve totalmente.
Para Dios no es difícil y para nosotros es lo mejor que nos puede pasar.
Que el amor divino renueve cada día nuestra vida.
Santa Wenefrida,
Ruega por nosotros.