Un saludo de paz para cada uno de ustedes, por quienes rogamos a Dios se encuentren llenos de vida y salud.
Dejemos que nuestra imaginación se eleve por unos minutos, para que alcancemos a ver la senda de la santidad trazada por nuestra Iglesia a lo largo de la historia.
Alguien podría preguntarse ¿por qué tanta puntualidad en fechas y lugares para hablar de una vida de santidad, si lo importante es lo vivido?
Esas fechas son una ayuda para comprender que la santidad y la espiritualidad no se quedan en lo soñado, sino que actúa e influye en la historia, que marca épocas, que abre nuevos caminos para las generaciones futuras, es decir que es una realidad.
Jesucristo es el Señor de la Historia porque a través de su presencia y la acción de su Iglesia, ha tocado hasta el más pequeño hogar de nuestra humanidad.
Nada más, miremos los relojes, agendas, celulares, calendarios: cada uno de ellos nos recuerda que estamos en el año 2023 desde el nacimiento de Jesucristo.
Dejemos que cada una de nuestras vidas se entreteja con esa gracia de Dios.
Y admirémonos de los santos que nos invitan a recordar nuestra Iglesia en este día, 7 de noviembre:
Ellos son:
San Amaranto de Albi, mártir; San Atenodoro de Neocesarea, obispo; San Baldo de Tours, obispo; San Cungaro de Congresbury, abad; San Engelberto de Colonia, arzobispo y mártir;
San Florencio de Estrasburgo, obispo; San Herculano de Perugia, obispo; San Hierón y compañeros mártires; San Lázaro estilita, eremita; San Pedro Wu Guosheng, catequista y mártir;
San Prosdócimo de Padua, obispo; San Vicente Grossi, presbítero; San Wilibordo, abad y obispo; Santos Jacinto Castañeda y Vicente Lê Quang Liêm, presbíteros y mártires y Beato Antonio Baldinucci, presbítero.
En esta oportunidad, nos admiraremos de un sacerdote muy creativo para realizar su apostolado que con una gran sensibilidad social, y especialmente en la atención a niños y jóvenes, fundó una comunidad religiosa para ayudarle a cumplir ese anhelo de cuidar la vida espiritual de las almas.
El es San Vicente Grossi.
Dispongámonos como el Padre Vicente a ser servidores del Evangelio desde nuestras pequeñas acciones, con esta oración:
¡Abro, Señor, el corazón a tu gracia y pido que lo llenes de las gracias del Espíritu Santo para que nazca de mi interior el ánimo de testimoniar tu verdad, para ser luz y semilla que, al calor del Espíritu, de frutos abundantes!
¡Gracias, Señor, por regalarme gratuitamente tu amor porque yo lo quiero llevar a los demás, aunque tantas veces por mi pequeñez, me cueste tanto mostrarlo en medio del mundo! Amén.
En una parroquia ¡hay mucho que hacer!
No sólo cuidar del templo.
Cuidar de las almas.
Las familias tienen, cada una, sus propias dificultades.
Y la parroquia, puede ser un buen lugar para llenarse de Dios y llevarlo a los hogares.
Juntos, en comunidad, podemos con una constante solidaridad y caridad entre todos, crecer en la vida espiritual que necesitamos.
No se necesitan grandes aplausos ni grandes obras: se necesita el deseo de hacer la vida cada vez más agradable a Dios y la gracia llega.
Abramos la puerta de la casa a Dios, y no olvidemos que podemos hacer juiciosamente lo pequeño, para que, como la semilla de mostaza que crece, se convierta en un gran árbol cargado de frutos espirituales.
San Vicente Grossi,
Ruega por nosotros.