Bienvenidos.
Les enviamos un saludo fraterno deseando que la paz de Dios ilumine sus corazones.
Y esperamos que esta historia que conoceremos en este Catálogo Divino, siga enriqueciendo su conocimiento de Dios y de nuestra Iglesia.
Cada época tiene sus santos. Y en este tiempo, somos nosotros los encargados de dejar la huella de Dios donde nos encontramos.
No perdamos de vista que para Dios no hay nada imposible.
Así que tengamos siempre confianza en que actuar de acuerdo a la voluntad de Dios es la mejor decisión que podemos tomar.
Miremos cómo los santos se esforzaron por leer la realidad en la que se encontraban para actuar adecuadamente
Y pidamos la misma gracia para nosotros.
Podemos pedirla a los santos que venera nuestra Iglesia en este día, 8 de noviembre:
Algunos de estos santos son:
Santos mártires Simproniano, Claudio, Nicóstrato, Cástor y Simplicio; San Adeodato, Papa; San Claro de Tours, presbítero; San Godofredo, obispo;
Santos mártires José Nguyên Dình Nghi, Pablo Nguyên Ngân, Martín Ta Dúc Thinh, presbíteros, y Martín Tho y Juan Bautista Còn, labradores;
San Wilehado de Brema, obispo; Beata María Crucificada Satellico, abadesa; Beato Isaías Boner, presbítero y Beato Juan Duns Escoto, presbítero.
Hoy, sigamos descubriendo la gran riqueza que han dado nuestros pontífices a la Iglesia, en la vida de este papa del siglo VII.
El es San Adeodato.
Oremos pidiendo un corazón abierto a servir en medio de la Iglesia por intercesión de este santo:
Padre bueno y misericordioso.
Te pedimos por intercesión
de tu representante en la tierra, Adeodato I,
a quien llamaste a servirte como Pastor de tu Iglesia,
que al igual que él sepamos hacer tu voluntad
por el tiempo que desees tenernos en esta tierra,
con firmeza, alegría, esperanza y misericordia.
Por los méritos de tu hijo Jesucristo. Amén
Este pontífice nos deja una gran lección de vida:
No quedarse llorando angustiados ante una situación crítica, sino ocuparse de atender las necesidades de quienes puedan verse afectados.
Puede ser que un acontecimiento pueda tener para nosotros un impacto negativo.
Pero el cristiano aprende a enfrentar las dificultades con una mirada llena de esperanza.
Y algo que ayuda mucho a ello es: pensar cómo podemos ayudar a que los demás estén mejor.
Escuchemos claramente: ¡los demás!
Dejar de pensar tanto en uno mismo y ayudar a otro es una excelente manera de salir de las depresiones y los desánimos que produce una situación límite en nuestra vida.
La caridad en este sentido es doblemente sanadora: primero porque el necesitado recibe ayuda, y segundo porque el que ayuda, se concentra de una manera optimista en encontrar soluciones y no más problemas.
Tengámoslo presente cuando se nos presenten momentos duros,
No nos preocupemos tanto de nosotros mismos, cuidemos de los demás y Dios cuidará de todos.
San Adeodato,
Ruega por nosotros.