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Les invitamos a compartir con las Hermanas Trovadoras de la Eucaristía, un episodio más del Catálogo Divino.

 

En estas historias, que a menudo cuentan situaciones de dolor y sufrimiento, brilla con una luz destellante, la convicción intensa del amor que nos tiene Dios y cómo un santo es capaz de permanecer fiel hasta el último aliento a ese amor.

 

A la mayoría nos acobarda el sufrimiento, pero los santos nos han demostrado cómo el amor expulsa el temor y la vida cobra su sentido hasta en las condiciones más duras para vivir.

 

Si, ellos pudieron, nosotros también podemos; y en nuestra realidad, el amor de Dios también actúa.

 

Así, que conozcamos a los héroes de la fe que venera nuestra Iglesia en este día, 30 de noviembre:

 

Ellos son:

 

San Andrés, apóstol; San Mirocleto, obispo; San Tugdual, abad y obispo; San Gálgano Guidotti, eremita; San Cutberto Mayne; presbítero y mártir; Beato Juan de Vercelli, presbítero religioso; Beato Federico de Ratisbona, religioso; Beato Alejandro Crow, presbítero y mártir;

San Tadeo Liu Ruiting, presbítero y mártir; San José Marchand, presbítero y mártir; Beatos Miguel Ruedas Megías y seis compañeros religiosos mártires; Beato José Otín Aquilé, presbítero y mártir; Beato Ludovico Roque Gientyngier, presbítero y mártir.

 

En este día, un valiente misionero nos da su gran testimonio de fe en medio de un ambiente convulsionado y violento en el Vietnam del siglo XIX.

 

El es San José Marchand.

Muchos somos los bautizados, pocos los comprometidos y mucho menos los consagrados, por ello, pidamos con gran confianza que Dios suscite muchas vocaciones que puedan seguir compartiendo la fe en todo el mundo:

 

Señor, te rogamos por nuestros hermanos y hermanas que han respondido sí a tu llamada al sacerdocio, a la vida consagrada y a la misión.

Haz que sus existencias se renueven de día en día, y se hagan evangelios vivientes. ¡Señor misericordioso y santo, sigue enviando nuevos operarios a la mies de tu Reino!

Ayuda a los que has llamado a seguirte en este tiempo nuestro; haz que, contemplando tu rostro, respondan con alegría a la maravillosa misión que les has confiado por el bien de tu Pueblo y el de todos los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

Si miramos la dura realidad de nuestros hermanos católicos en los países asiáticos, africanos o de Medio Oriente y observamos con atención su valentía, su resiliencia, su piedad, nos damos cuenta del valioso tesoro que tenemos en encontrar, -a veces muy cerca de nosotros- un templo donde adorar a Jesús Eucaristía y muchas personas, que como nosotros, veneran con especial amor a la Santísima Virgen.

 

Oremos con solidaridad por ellos, para que sigan siendo fieles al Señor.

 

Oremos por nuestra patria para que los valores del Evangelio vuelvan a iluminar nuestra sociedad.

 

Y también oremos por la perseverancia de las vocaciones, para que nunca falten apóstoles santos que con la caridad, el servicio y la predicación, sigan anunciando a nuestro Señor Jesucristo.

Tenemos las vocaciones, allí, en nuestra familia: nuestros hijos, hermanos, nietos, sobrinos, primos…

 

Si nosotros no velamos por cuidar de su fe ¿De dónde saldrán las futuras vocaciones?

 

San José Marchand,

 

Ruega por nosotros.