Un saludo fraterno, deseándoles la paz y la alegría que sólo Dios nos puede dar en cada una de sus vidas.
Sigamos caminando juntos, pasito a pasito, aprendiendo a amar, en las buenas y en las malas y dejando en cada cosa que hacemos un poco de luz y nuestra ofrenda a Dios, de que hacemos todo de la mejor manera.
Sigamos adelante e invoquemos la ayuda de los santos para que la gracia de Dios siempre permanezca en nuestra alma.
Abramos la puerta a esta inmensa galería de historias de santidad que es nuestro Catálogo Divino.
Y conozcamos las venerables vidas de los santos que se recuerdan hoy, 1 de diciembre:
San Nahúm, profeta; San Castriciano, obispo; Santa Florencia, virgen; San Leoncio, obispo; San Domnolo, obispo; San Agerico, obispo; San Eloy o Eligio, obispo; San Alejandro Briant, San Edmundo Campion y San Rodolfo Sherwin, presbíteros y mártires;
San Carlos de Foucauld, presbítero y mártir; Beato Antonio Bonfadini, presbítero; Beato Juan Beche, presbítero y mártir; Beato Ricardo Langley, mártir; Beato Casimiro Sykulski, presbítero y mártir; Beata Liduina Meneguzzi, virgen y Beata Clementina Nengapeta Anuarite, virgen y mártir.
En esta oportunidad, escucharemos la historia de una beata religiosa de la comunidad de las Salesas que fue considerada en tierras de misión, anticipándose a la época como una llama ecuménica, con su impresionante testimonio de humildad y caridad.
Ella es la Beata Liduina Meneguzzi.
Oremos con gran piedad para que sor Liduina nos alcance el don de la alegría y la caridad:
¡Oh Dios! Que llamaste a la beata Liduina a buscar tu Reino en este mundo a través de la caridad perfecta; concédenos, te rogamos, por su intercesión, que podamos avanzar con espíritu alegre en el camino del amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Como valiosísima enseñanza escuchemos algunos de los propósitos que esta beata hizo en su día a día para alcanzar la santidad y ojalá podamos ponerlos en práctica:
Hago propósito de no manifestar ninguna turbación si me vienen a interrumpir mientras trabajo. De responder siempre amablemente a todos. De esperar con paciencia el final de una conversación fastidiosa reanudando con calma las ocupaciones u oración que habían sido interrumpidas. De acoger complaciente una petición inoportuna, o una visita cansadora, haciendo de buena gana el favor solicitado. Por cada acogida fría y por cada desaprobación, por todas las frases ásperas o injustas, por la indelicada conducta de los demás, por aquel aire de cansancio que se lee en el rostro de quien está alrededor, por las compañías desagradables, por todo Señor ¡Fiat!
Si un descuido me hace enojar, aceptarlo con amor pensando cuantas veces yo misma he descuidado al Señor. Si procuro ser útil a los demás y hacer un favor...Dios procurará hacerme feliz. Si algo me hace esperar, tener paciencia: el Señor ha esperado tanto por mí. Si me escondiera un enojo, Él olvidará los errores. Si logro sonreír por alguna cosa que me disgusta… Dios me sonreirá. Si soporto alguna ofensa... Dios perdonará lo que le hice a Él. En la noche deseo decirte: Oh Dios mío, trátame como yo he tratado hoy a mi prójimo.
Beata Liduina Meneguzzi,
Ruega por nosotros.