Bendiciones para todos ustedes: en todos sus proyectos y sueños.
Confiando en que el Señor nos apoya en nuestros propósitos cuando le hemos consultado sobre ellos, pongamos todo de nuestra parte para seguir avanzando en nuestro deseo de aportar al mundo con el fruto de nuestro trabajo.
Nuestros hermanos celestiales, los santos eran bastante audaces en sus propuestas para encontrar soluciones a los problemas del mundo, y en su humildad, sabían que Dios era el verdadero protagonista de sus emprendimientos.
Pidamos al Señor por medio de estos Santos que en nuestra labor, contemos siempre con su guía y apoyo.
En este día, 4 de diciembre, hay muchos santos que nos dan su testimonio. Conozcamos sus nombres:
San Juan Damasceno, presbítero y doctor de la Iglesia; Santa Bárbara, Mártir; San Melecio de Sebastópolis, Obispo; San Félix de Bolonia, Obispo; san Apro, presbítero; san Sigiramnio, abad;
Santa Adrehildis, abadesa; san Sola, presbítero y eremita; San Juan el Taumaturgo, Obispo; San Annón de Colonia, Obispo; San Osmundo de Salisbury, Obispo; San Bernardo de Parma, Obispo;
Beato Pedro Pectinario, Terciario franciscano; San Juan Calabria, Presbítero; beatos mártires religiosos Francisco Gálvez, Jerónimo de Angelis, presbíteros y Simón Yempo; Beato Adolfo Kolping, presbítero.
Hoy, conozcamos a un doctor de la Iglesia que fue tan brillante en sus explicaciones sobre la doctrina de la fe que le llamaban el “Orador de Oro”
Él es San Juan Damasceno.
Oremos para que nuestra fe siempre se alimente de estas fuentes:
Te rogamos, Señor, que nos ayude en todo momento la intercesión de san Juan Damasceno, para que la fe verdadera que tan admirablemente enseñó sea siempre nuestra luz y nuestra fuerza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén
San Juan Damasceno siempre vio en su gran cultura una herramienta para la evangelización.
Pero, mirando atentamente su vida monástica, realizando un cultivo espiritual cuidadoso, sacando de su alma toda raíz de vanidad y orgullo, le permitió tener un corazón bien dispuesto para saber enseñar correctamente lo que la doctrina de la Iglesia debía defender.
En estos tiempos, donde los católicos debemos tener bien puestos los pies sobre la tierra y el corazón fijamente anclado en el cielo, necesitamos ser conscientes que no podemos seguir relativizando las enseñanzas del Evangelio y de la Iglesia al acomodo de la conveniencia.
Si en verdad, comulgamos con fervor a Jesús Eucaristía. Si en verdad creemos que está allí, el mismo Señor nos enseñará a descubrir y a transformar esas realidades de pecado y nos dará la fuerza para tomar nuevas decisiones.
No es cambiando las reglas como nos libramos del pecado; es viendo con la luz de Dios nuestra realidad tal y como es, y presentándola ante el Señor para ser sanada como podemos vernos liberados de esa carga.
Dejemos que Jesús nos salve por medio de su amor.
San Juan Damasceno,
Ruega por nosotros.