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Un saludo fraterno para todos nuestros oyentes del Catálogo Divino, que en su día a día le dicen: ¡sí! a Jesús como el Señor de su vida, igual que todos los santos.

 

Es que todos somos santos en potencia, y no aprendemos ni nos forjamos igual: cada quien tiene sus fortalezas y debilidades y caminando juntos es que vamos aprendiendo a moldear nuestro ser.

 

Por ello, en la senda de la santidad no es posible hacer comparaciones:

 

Hay santos que se purificaron en la soledad y la oración y otros que se santificaron en la más enérgica actividad misionera o caritativa, sin embargo, sólo Dios puede saber quién era más piadoso que el otro.

 

Por ello, no nos comparemos, pero si animémonos a cada día ser mejores hijos de Dios.

 

Para llenarnos de ánimo, llegan también los santos que se veneran en nuestra Iglesia católica en este día.

 

¡Conozcamos de quienes se trata!

 

Hoy, 20 de febrero, se recuerda a los Santos Francisco y Jacinta Marto, niños videntes de Fátima; San Serapión, mártir;

 

Santos Cinco Mártires de Tiro; san Tiranión, obispo y mártir; San Eleuterio de Constantinopla, Obispo y mártir;

 

San Eleuterio de Tournai, Obispo; San Euquerio de Orleans, Obispo; San León de Catania, Obispo y Beata Julia Rodzinska, religiosa y mártir.

 

Aunque los campos de concentración nazis fueron para muchos un lugar de oscuridad y profundo  sufrimiento; en medio de aquellos días terribles, algunos prisioneros vieron para allí a un ángel…

 

Era una religiosa que con una caridad invencible, dio testimonio de Cristo a todos sus compañeros de prisión, confortándolos con la esperanza en Dios.

 

Ella es la Beata Julia Rodzinska.

 

Cuentan de ella que:

 

Cuando la mayoría evitaba esta «barraca de la muerte», por temor al contagio, la hermana Julia tomó una decisión igual a la aceptación de la muerte entre los que decidió servir.

 

Les procuraba agua para beber, medicamentos y apósitos disponibles en el campo. Infectada por el tifus y sufriendo otras dolencias, sirvió a los necesitados hasta el final de sus días.

 

Julia murió el 20 de febrero de 1945. Tenía 46 años.

 

Su cuerpo fue quemado en una pira humana y los prisioneros cubrieron su desnudez con algo de ropa en señal de respeto y gratitud.

 

Todos podemos orar.

 

Basta con elevar el corazón a Dios y pensar que siempre estamos en su Presencia.

 

Después de escuchar la historia de Julia, no puede ser que nos sigamos excusándonos en que el ruido, el sueño, la pereza y pequeñas molestias no nos dejan rezar.

 

Julia nos enseñó que orar puede ser la diferencia entre un infierno o una vida digna.

 

La dignidad de hijo de Dios la olvida quien no reza.

 

En este día, ofrezcamos un minuto de oración en silencio y dejemos que nuestro corazón se llene de Dios.

  

Pidamos a Dios que descubramos que la oración debe ser tan vital y frecuente para nosotros como respirar.

 

Beata Julia Rodzinska,

Ruega por nosotros.