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Bienvenidos a un nuevo episodio de nuestro Catálogo Divino que nos invita a ir al corazón de nuestra Iglesia por medio de la espiritualidad de los santos.

 

Un día como hoy, único en nuestro calendario de los últimos 4 años, nos invita a pensar qué pasaría en nuestra vida, si cada día lo viviéramos como si fuera muy especial y le diéramos la importancia a lo que estamos construyendo en el momento.

 

Qué pasaría si quisiéramos alargar cada minuto de este día porque pronto se agota y no queremos que pase en vano.

 

Simplemente, trataríamos de hacernos a nosotros mismos el día feliz, y descubriríamos que un buen día no depende de lo que nos pase sino de nuestra actitud hacia ello.

 

Por ello, Dios quiere despertar nuestra conciencia y nuestro amor por la responsabilidad:

 

Allí está la clave del éxito para construir una vida plena, una vida feliz.

 

Es una vida donde yo me hago cargo de mis decisiones y por lo tanto decido con mucha conciencia.

 

Es los que hicieron los santos.  La gracia de Dios los iluminaba y por ellos pudieron realizar grandes hazañas espirituales en medio de su vida sencilla y trabajadora.

 

Pidamos a los santos que en este día, 29 de febrero nos quieren enseñar a hacer de cada día nuestro día especial:

 

Ellos son:

 

San Oswaldo, obispo; san Augusto Chapdelaine, presbítero y mártir y la Beata Antonia de Florencia, viuda y religiosa.

 

Les contamos que estos santos se recuerdan el 28 de febrero, cuando el año no es bisiesto.

 

En este día, les compartiremos la historia de un gran sacerdote francés que dio su vida en tierras chinas por el anuncio del Evangelio.

 

Es San Augusto Chapdelaine.

 

Oremos a este perseverante evangelizador:

 

Oh San Augusto Chapdelaine, mártir de la fe cristiana, que en el país de China supiste dar testimonio de tu amor a Dios hasta el derramamiento de tu sangre, intercede por nosotros ante el Señor, para que seamos fuertes en la fe y valientes en el testimonio, y así podamos seguir fielmente a Cristo nuestro Salvador. Amén.

 

Augusto tenía un sueño, pero tuvo que esperar pacientemente a que sucediera su momento.

 

En este tiempo en que los logros son logros si son rápidos, no estamos acostumbrados a esperar.

 

Como san Augusto, lo importante no es tener los resultados a la mano sino dejar que la Providencia Divina nos marque cuál es la mejor manera de construirlos.

 

La espera también requiere humildad.

 

Muchas veces, el apresurarse, en las cosas del espíritu, demuestra que esperamos que las cosas sucedan, no tanto por voluntad de Dios sino por nuestras capacidades.

 

Lo bueno, se hace esperar… porque los planes de Dios son mejores que los nuestros.

 

San Augusto Chapdelaine,

 

Ruega por nosotros.