Beato Juan Kearney
Presbítero y mártir
Un saludo fraterno deseándoles que la paz del Señor llene de luz y esperanza su vidas.
Para todos los que somos santos en potencia, a veces no es fácil conservar la paz: estamos adaptados a hacer las cosas, confiando solo en nuestras propias fuerzas.
Pero en este día de reflexión, descubramos que no sólo de pan vive el hombre, sino de la Palabra de Dios.
Y que de Dios proviene el bien que necesitamos cada momento.
Estamos necesitados de Dios y eso lo supieron los santos que, se sentían débiles pero la fuerza de Dios los acompañaba a causa de su mucha fe.
Por ello, invoquemos a los santos para que nos enseñen a confiar en Dios y conozcamos los bienaventurados que hoy nos trae el catálogo divino.
Hoy 11 de marzo recordamos a:
Santa Áurea de San Millán, anacoreta; San Benito de Milán, obispo; San Constantino de Escocia, rey y mártir; San Oengo Cúldeo, monje; San Pionio, presbítero y mártir; San Sofronio de Jerusalén, obispo; San Vicente, abad;
San Vidiciano, obispo; Santo Domingo Câm, presbítero y mártir; Beato Juan Bautista de Fabriano Righi, presbítero; Beato Juan Kearney, presbítero y mártir; y Beato Tomás Atkinson, presbítero y mártir;
Hoy conoceremos la historia de un beato irlandés que dio su vida por Cristo en los primeros tiempos del cisma de la Iglesia Anglicana.
El es el Beato Juan Kearney
Frente a estas situaciones donde las luchas de poder, desatan terribles divisiones y persecuciones a los creyentes, es importante reconocer que somos ciudadanos de un reino celestial, donde confiamos en la autoridad máxima de Dios sobre nuestras vidas.
También es fundamental cumplir su santa Voluntad viviendo su mandamiento principal que es el amor, roguemos para que, reconociéndonos como hermanos sepamos convivir pacíficamente a pesar de nuestras distintas formas de pensar e incluso de creer.
¡Te doy gracias, Padre, por todo lo que me ofreces, lo que me das, lo que regalas cada día!
¡Te doy gracias por todas las personas que quiero, por mi familia, por mis amigos, por mis vecinos, por mis trabajadores, por mis clientes, por mis vecinos, por mis compañeros de oración, por todas las personas que se cruzan por mi vida!
¡Te doy gracias también, Padre, por todos aquellos que me quieren mal para enseñarme a perdonarlos y para que tu les enseñes el camino del perdón!
¡Te doy gracias, Padre, por tu amor eterno porque con este amor puedo: abrir mi corazón a la esperanza, borrar las tristezas, hacerme fuerte en la debilidades, superar las dificultades, acrecentar mi alegría, sanar las heridas de mi corazón y de mi alma!
¡Gracias, Padre, por tanto amor; quiero corresponder a tanto amor amándote más a Ti amando a mi prójimo, haciendo el bien, siendo útil a la sociedad!
¡Señor, Padre Todopoderoso, gracias por este amor revolucionario que me invita a servirte fielmente, a seguir tu voluntad, a dar testimonio de tu amor!
Que estemos dispuestos a hacer todo por mantener y acrecentar la paz, con un inmenso respeto por los demás, especialmente si no comparten nuestra fe y nuestra manera de pensar.
La mejor manera de evangelizar no es imponer sino amar.
Dios da la fe como un don, pero nuestro amor y respeto a quienes no conocen a Cristo todavía, es el mejor abono, la mejor tierra para sembrar la semilla del Evangelio para que dé fruto.
Sigamos adelante caminando juntos como hermanos.
Beato Juan Kearney
Ruega por nosotros