Un saludo fraterno de las Hermanas Trovadoras de la Eucaristía, que deseamos mantener vivo en sus corazones el deseo de alcanzar la santidad.
Les invitamos a grabar en su memoria y en su corazón, la certeza de que Dios, que nos creó con amor, no deja nunca de amarnos…
… y que si nos fijáramos más en el amor que Dios nos tiene y nos dejáramos sanar por ese amor, sería mucho más consciente y fácil para nosotros, abandonar nuestros vicios y pecados.
De hecho, por ello, los santos pasaban largos ratos en adoración al Señor, pasando por admirarse de la grandeza del amor de Dios, a admirarse que en su pequeñez y fragilidad, Dios se goza en protegernos, cuidarnos y educarnos para ser mejores.
Realmente Dios disfruta su papel de Padre, qué hermoso sería que disfrutáramos nuestro papel de hijos suyos.
Los santos se dejaron amar por Dios y realmente lo amaban como Padre. Pidamos a estos hermanos celestiales nos alcancen esta gracia.
Roguemos especialmente a los santos que se recuerdan en este día 18 de marzo:
Ellos son:
San Cirilo de Jerusalén, obispo y doctor de la Iglesia; San Alejandro de Jerusalén, obispo y mártir; San Braulio, obispo; San Anselmo de Mantua, obispo; San Eduardo, rey de Inglaterra;
San Frigidiano, obispo; San Leobardo, Anacoreta; San Salvador de Horta, religioso; santos Juan Thules, presbítero, y Rogerio Wrenno, mártires y Beata Marta Le Bouteiller, virgen.
Las grandes obras se han construido con los pequeños y humildes aportes de muchos servidores que en la sombra de la sencillez y el servicio, enaltecieron la gloria de Dios, haciendo todo por amor, amando al Señor con todo su corazón con toda su alma con todas sus fuerzas.
Hoy, tenemos una beata que nos da su gran testimonio que los más pequeños son los que primero viven los valores del Reino y ella lo demostró siendo de las más pequeñas entre sus hermanas.
Ella es la beata Marta Le Bouteiller.
Oremos pidiendo al Señor tengamos conciencia y generosidad al ser servidores como la tuvo la Beata Marta:
Oh Dios, enséñanos a encarnar el mensaje de ser y hacernos don para los demás, a imitación de la beata Marta Le Bouteiller, pues en ella descubrimos que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace más cercano. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Cada comunidad religiosa, sigue el ejemplo de su fundador que de una manera única y específica, va irradiando su seguimiento e imitación de Cristo, a través, de su vida comunitaria y fraterna, y luego en su apostolado o servicio a la Iglesia.
Un consagrado es un discípulo que vive cada minuto de su día concentrado en encarnar y reflejar el Evangelio en su vida; y lo logra, ayudado por su vida de oración y meditación y su compartir fraterno con sus hermanos o hermanas de comunidad.
Esto lo experimentó la beata Marta, que absorbió plenamente el sentido del carisma de su comunidad, enseñado por su fundadora.
… y aportaba con todo su ser a vivir su santidad en el servicio humilde y siempre atento; a construir el bien para sus hermanas y para el pueblo de Dios que rodeaba su comunidad.
Su vida fue un ejemplo radiante de fidelidad vivida en la sencillez, un modelo al alcance de todos.
Nuestra comunidad puede ser nuestro hogar, nuestro ambiente de trabajo, nuestro barrio.
Si simplemente nos esmeramos en hacer todo el bien posible y respetamos el bien común, será muy fácil hacernos santos y cumplir los mandamientos.
Beata Marta Le Bouteiller
Ruega por nosotros.