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Nos alegramos de seguir compartiendo con ustedes un nuevo recorrido por la vida de los santos.

 

Caminamos cada día con la esperanza en que los bienes del Señor no nos faltarán y sobre todo que Dios nos cuida y nos protege a cada instante.

 

De la misma manera, los santos, sin saber qué les deparaba el futuro, dejaron que Dios trazara el destino que tendría su caminar, dejándose conducir confiados por el Espíritu Santo.

 

Pidamos esa unción del Espíritu Divino por medio de los santos venerados en esta fecha, 20 de marzo:

 

San Arquipo de Colossi, mártir; Santos Pablo, Cirilo y compañeros mártires; San Urbicio de Metz, Obispo; San Martín de Braga, Obispo;

 

San Cutberto de Lindisfarne, Obispo; San Vulframno, Arzobispo; San Nicetas de Apolonia, Obispo; Santos Mártires de San Sabas;

 

San Juan Nepomuceno, presbítero y mártir; Santa María Josefa del Corazón de Jesús, religiosa; San José Bilczewski, obispo; Beato Bautista Spagnoli, presbítero religioso;

 

Beato Hipólito Galantini, Laico; Beata Juana Verón, Virgen y mártir y Beato Francisco Palau, presbítero.

 

Conozcamos a un religioso que vivió un particular testimonio en medio de la Iglesia en su conciencia como consagrado y testimonio para el pueblo de Dios, siendo también un fundador de nuevas comunidades religiosas.

 

El es el Beato Francisco de Jesús María y José Palau y Quer.

Francisco Palau nos enseña que la fe no depende de las circunstancias de nuestra vida, sino de nuestra conciencia de la existencia de Dios y su amor a nosotros.

 

Por ello roguemos el don de la fe:

 

Señor Jesús, te pedimos por la intercesión del Beato Francisco Palau, que el don de la Fe haga cada vez más fuerte nuestra relación con la Iglesia, Dios y el prójimo, pues sólo en Ella tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Amén.

 

El beato Francisco creía firmemente en la necesidad de dar intachable testimonio aunque costara la sangre; y lo expresaba así:

 

«La paciencia de los mártires volverá a la Iglesia Santa su libertad, sus glorias y su esplendor»

 

Estar dispuestos a morir a nosotros mismos y a entrar en franca lucha contra el pecado, habla de esta santa paciencia.

 

Sólo la integridad de cada católico en sus convicciones, y sobre todo, en sus actos, es lo que restaura el esplendor de la Iglesia.

 

No hay mejor predicación que una vida limpia y honesta, lejana a las murmuraciones, lejana a la prepotencia, lejana al egoísmo.

 

Seguir creyendo que la fe es sólo para predicarla y no para vivirla, mantiene oculto e incomprensible, para nosotros mismos y para los demás, el sentido de porqué somos católicos.

 

Volvamos como el Beato Francisco a la fuente siempre viva y limpia del encuentro con Dios, en una sentida oración y no tengamos pereza de hacer el bien.

 

Dios siempre renovará en nosotros el sentido del amor que debe orientar nuestra vida.

 

Beato Francisco de Jesús, María y José Palau,

 

Ruega por nosotros.