Retornamos al Catálogo divino ahora recargados de la bella experiencia de la Pascua.
Les saludamos fraternalmente deseándoles que esta semana Santa que hemos vivido sea el mejor impulso para seguir viviendo nuestra fe,
…y recargarnos en la alegría de sabernos amados, rescatados y restaurados por la resurrección de Jesucristo.
Descubrir la paz que nos da Dios cuando ordenamos nuestra vida, es una gran motivación para no volver al pecado, pues esa paz no la encontramos de ninguna otra manera.
Así que en este día acojamos el consejo de los santos que nos animan a buscar esa deliciosa paz.
Los santos que en este día, 1 de abril nos animan a buscar la paz de Dios son:
San Venancio, obispo y compañeros mártires; Santa Ágape y Santa Quionia, vírgenes y mártires; santa María Egipcíaca, eremita;
San Valerio de Lauconay, presbítero eremita; San Celso, obispo; San Hugo de Grenoble, obispo; San Gilberto de Caihness, obispo;
San Luis Pavoni, presbítero; San Nuno Álvarez Pereira, militar y religioso y el Beato Hugo, abad.
Hoy, conozcamos la impactante historia de una santa que siendo muy recordada por su pasado oscuro, ha dado en todos los tiempos esperanza a los pecadores empedernidos, en que se puede dejar el apego al pecado, incluso en los casos más graves.
Ella es Santa María Egipciaca.
Oremos, -reconociéndonos frágiles como ella-, a esta decidida mujer que nos demuestra cuán grande es la misericordia de Dios con nosotros y que nos anima a dejar a un lado el pecado:
Admirable Abogada mía Santa María Egipcíaca, yo te suplico que atiendas a mis ruegos, empeñándote con la Divina Majestad, para que me conceda por tu intercesión un rayo de luz en el entendimiento, para lograr el desengaño de lo temporal, y poner todo mi cuidado, en lo que me resta de vida, en asegurar lo eterno, que así lo espero de tu piadosa intercesión. Amén.
“Dios ayuda, pero no maletea” dice un adagio de nuestra tierra.
La gracia de Dios es abundante y suficiente para que nos ayude a cambiar nuestra vida.
La misericordia de Dios siempre espera acogernos en nuestra conversión.
Pero nos corresponde a nosotros evitar las ocasiones y los falsos amigos que nos facilitan caer en los vicios y pecados que nos esclavizan.
Con su resurrección, Jesús nos garantiza que su poder domina todo.
Así que no hay pecador que no pueda convertirse más que el que no quiere.
Así nos lo demostró Santa María Egipciaca.
Santa María Egipciaca,
Ruega por nosotros.